Tras enamorarse de un torero (el cordobés), un futbolista (Denilson) , un jinete (Escassi) , un empresario, un cantante (Lín), ahora nuevo acompañante.
Tras el versallesco prólogo del derbi, con ausencia de roces de importancia, centenares de kilómetros de distancia entre las concentraciones de uno y otro rival y hasta una llamada a la «hermandad» del fútbol sevillano por parte del presidente que esta noche ha de ejercer como anfitrión en el palco del Sánchez-Pizjuán, el Sevilla-Betis que hoy se dirime en Nervión llega con los tintes más «civilizados» de los últimos tiempos, tal vez en consonancia con la condición «europea» que ambos equipos van a compartir, por primera vez en su historia, al llegar al enfrentamiento más señalado en el calendario futbolístico de las dos orillas del fútbol local.
Denilson de Oliveira posee, desde ayer a las 9 horas, la nacionalidad española. A esa hora juró la Constitución española el brasileño. Se trataba del último trámite que restaba al centrocampista zurdo para dejar de ocupar plaza de extranjero, algo de lo que se beneficiará la plantilla del Betis, que podrá reforzarse con jugadores de cualquier nacionalidad. El jugador, que llegó a Sevilla en 1998 procedente del Sao Paulo, se convirtió en ciudadano español, al concederle el Ministerio de Justicia la nacionalidad por residencia.
Lopera guardó la Copa en su casa de Madrid después de la fiesta nocturna
No se cortaron ni un pelo los béticos en la celebración del triunfo. Sábado, el título de la Copa del Rey en el bolsillo y la noche de Madrid por delante. Todo un reto, aunque sea para sevillanos de pelo en pecho. Así que «lo rompieron» todo, empezando por Serrano 41, y volvieron al hotel a eso de las siete de la mañana. El último en regresar fue Denilson, que para eso es brasileño.
El Betis también pescó en el Manzanares y, con dos goles del brasileño Ricardo Oliveira se llevó una victoria que relanza sus opciones europeas, ante un rival ahogado por la crisis, que no ve el momento de poner fin a la temporada. Cunde el desánimo en el Calderón, donde ni la afición encuentra fuerzas para abroncar a los suyos más que en contadas ocasiones, cuando ya le desborda la indignación.
No tiene fe en un equipo que vive el último mes sin más objetivos que evitar el desplome y desconfía de unos dirigentes que aún no han dejado claro cuáles son sus planes y si la supervivencia del estadio depende del éxito olímpico de la capital.
El Real Betis consigue el ansiado pase a la final de la Copa en un partido sufrido y muy igualado ante un rival que se creció en La Catedral. El Bilbao buscó con ahínco el gol en los primeros compases del encuentro, pero siempre se encontró con una bien armada defensa verdiblanca en algunos casos y un portero espléndido en reflejos en otros. El Real Betis hizo su partido, defendiendo el resultado y llegando al contragolpe, sin tener el gol de cara, pese a dos ocasiones clarísimas del mago Oliveira y otra, del canterano Melli, quien a saque de esquina empalmó un chut que hábilmente paró Lafuente. La más clara del partido, sin embargo, fue una de Ricardo Oliveira, quien, a saque de falta de Assunçao, manda al larguero un cabezazo cuando ya cantaba gol toda la hinchada verdiblanca que se desplazó a la Catedral para ver al Real Betis pasar a la final.