Marina tuvo que ser
¿Llevaré años de amistad con el Soto desde aquella tarde de sábado de 1979 en la que apareció por la casa de Cursillos de Cristiandad, en San Juan de Aznalfarache, para hacer un Encuentro de Juventud? ¿Y después, cuando nos hicimos inseparables y entraba y salía por mi casa como Perico por la suya, cuando lo acogimos como si fuera uno más entre nosotros y hasta ayudaba a mi padre en su pequeña huerta del chalet en Castilleja? Y la de veces que me cantó en el sofá del bufete y con mi propia guitarra lo de la calle más sevillana se llama Sierpes. Y aquella madrugada en el aeropuerto de San Pablo esperando un vuelo con retraso de Viernes de Dolores en el que desde Madrid llegaba a Sevilla Pilona, la hermana de Macarena Jiménez Algora.
