Virginia López. La Librería Reguera como tal se cierra. La noticia llegará a golpe de tuit, a semejanza de la frialdad de los teletipos de antaño que en aquellas cintas telegráficas te contaban una guerra entera.
Una noticia triste o agridulce. Cierra Reguera pero se traspasa por La Botica de los Lectores. Merecido descanso para nuestro librero Don Julio Reguera y bienvenida con brazos abiertos a los que nos seguirán ofreciendo tantos placeres a los letraheridos y tantos conocimientos a los peripatéticos.
Interior de la Librería Reguera.
Seguiré entrando en todas las librerías sevillanas, ojeando con avidez y comprando compulsivamente en todas las librerías de Sevilla, pero Reguera siempre será
Mi librería:
La vista se dirige invariablemente a dos grandes ventanales que dan a la calle. Uno a cada lado de la puerta como dos esfinges que saludaran al visitante de un templo de la sabiduría. Simétricos en sus medidas y en sus formas, ofrecen al transeúnte, peatón, andante, ciudadano, mirón, curioso, comprador, paseante,flâneur; libros.
De arriba a abajo se suceden en perfecta armonía de tamaños y temas, los libros. Los que son novedad, los que acompañan a cada época del año, los infantiles, los de temas locales, y los que invitan a leerlos.
Si uno alza la vista verá unas desvencijadas letras doradas con el nombre de la librería. Y comprobará que el local gira a su izquierda ofreciendo un tercer escaparate. Si no repara en él se perderá los rostros del celuloide que se asoman.
Un alegre tintineo nos saluda y entramos en una pequeña librería, oscura y atiborrada de libros en su justa medida, siempre ordenada aunque uno tarde en reparar en ello.
Julio Reguera con nuestra colaboradora, Virginia López.
El olor a madera hace años que se perdió y el papel moderno de los libros resulta demasiado aséptico, así que huérfanos del sentido del olfato, nos vemos recompensados por la recreación visual y sensitiva. La vista recorrerá las paredes forradas de estanterías y los dedos juguetearán con las varas de las columnas móviles donde nos esperan los compactos de Anagrama, los ensayos de Tusquets y los autores fotografiados de Alianza.
Si me detengo en el centro de la estantería central, al final del pasillito formado por dos grandes mesas, descubriré por qué Audrey, Grant o Almodóvar me miraban mientras me tomo una cerveza en El Tremendo. Toda una estantería está dedicada a libros de Cine. Frecuento esta librería desde los 14 años y siempre he supuesto que el librero era tan cinéfilo que gustaba de ofrecer biografías de los grandes de Hollywood, colecciones de libros sobre los Oscar o técnicas cinematográficas y de actuación.
Pero también debe gustarle la Pedagogía. O fue un antiguo maestro. Si en la librería habita un Firmin tal vez sepa algo. Lo cierto es que justo enfrente de la puerta de la librería y ocupando nada menos que dos estanterías bien anchas se encuentra una sustancial colección de libros de pedagogía y didáctica de la educación, en todos sus niveles y variantes. Y enfrente como un correlativo mental, una de las mesas ofrece libros infantiles y juveniles, quedando la otra que está justo al lado de la entrada para las novedades editoriales. Casi nunca reparo en ella, me quedo con el buen sabor que me dejaron Zwig, Ch. Brontë, Baroja.
Hemos llegado al mostrador, largo y macizo, de Librería Reguera. Nos saluda M. a quien en mi adolescencia consideraba la mujer más moderna después de Alaska o nos llega el suave acento de Y. En raras ocasiones nos atiende el señor R., canoso, serio, de modales pausados y amena conversación.
Un nuevo tintineo me recuerda que pronto volveré a mi librería.
¿Hay un privilegio mayor que tener una librería como ésta en mi barrio? Temo el día que definitivamente se implanten los almacenes de libros.
Sevilla, 23 de abril de 2009.
(del blog Zinquirilla)
El tintineo es la licencia dramática que me permití. Reguera tenía desvencijada puerta que no se cerraba nunca, fiel reflejo de que todos encajábamos allí. Lo que dura su aire Winterthur no lo supera la ley de la vida.
Hablo ya en pasado. El 27 será su último día. Desde entonces daré un rodeo, desde mi domicilio en la calle más antigua de Sevilla, por la pila del Pato, hasta que tenga lugar la inauguración.
¡A disfrutar de la jubilación. Y mucha suerte a todos los que forman la familia La Botica de los Lectores, entre los que ya me incluyo!