Su abuelo, catalán, fue comerciante de tejidos; su padre, agricultor y ganadero en Puebla del Río. Nació en 1933, el menor de cuatro hermanos, y rejoneó casi 4.000 toros en 43 temporadas. Bético, rociero, de la Hiniesta y el Baratillo, Rafael Peralta Pineda continúa al frente de la ganadería de Peralta,
Maestro, parece que están de moda los huracanes...
Será por tantos artefactos que emiten cosas nocivas, no sé. Chicuelo II y un picaor de aquí llamado Pepe Díaz se mataron en un vuelo por culpa de un huracán en la isla de Jamaica. Por eso, si hay que pasar por allí, no me monto.
A lo mejor son rachas, nada más ¿También a lo largo de su vida hubo rachas buenas y malas?
Sí, de todo, pero, en general, más satisfacciones que disgustos.
También por aquí pasó hace poco un huracán llamado Farruquito, ¿no?
(risas) Pero era un huracán de cante y baile, de artistas. Prefiero esos a los que se llevan las casas.
No sé si se llevó la casa, pero croquetas no quedó ni una, ¿me equivoco?
(risas) Croquetas no quedaron, pero sí carne, berza... El problema es que el servicio no daba abasto.
Creo que la gente se colaba en el convite hasta en los maleteros...
Eso no lo vi, pero lo cierto es que estaba previsto para 500 invitados, preparé para 700 y se presentaron 3.000. Lo arreglamos como pudimos y lo pasamos fenomenal.
¿Es usted supersticioso?
No creo en la superstición, pero la practico. Tengo mis motivos. Tuve un apoderado, Manuel Pérez el Vito, que era horroroso, porque no te podías meter en una habitación cuyos números sumaran 9 y así todo. Una vez me puse un niqui amarillo, camino de Mallorca y, ya en el barco, un caballo se echó a morir. Otro recibió una cornada en la plaza. A la vuelta, uno de los que venía con nosotros se cayó al mar y nunca más se supo. A otro le dio un ataque al corazón... Una vez, en Sanlúcar, me prestaron un chaleco amarillo y al rato me dijeron que mi hermano había tenido un accidente gravísimo. A pesar de todo, me sigo comprando prendas amarillas, para intentar vencer mis reparos, aunque luego nunca me las pongo.
¿Alguna vez estuvo enamorado de un caballo?
Claro que sí. Los caballos forman parte de mi familia y de mi romanticismo.
¿Nunca se le ocurrió criar toros con los ojos verdes, como el poeta Fernando Villalón?
No crea que no se me han ocurrido cosas así. Ahora tengo una potra con los ojos verdes. Si quiere se la enseño.
Usted fue un taurino yé- yé, ¿no es cierto?
En cierto modo, sí. Llevaba el pelo largo, me gustaba ir a las discotecas... Hacía un rejoneo alegre, pero sin salirme de los cánones ortodoxos.
¿Le gustaban los Beatles?
Sí, mucho. Y fui amigo de Los Brincos, de Fernando Arbex, de Junior... Canté con ellos algunas veces. (risas)
¿Y pudo haber hecho carrera en el cine?
Participé en la película «Toro bravo», la primera vez que me puse delante de un toro. Luego, Iquino me propuso hacer «Los que no llegaron», pero ya tuve que elegir entre el cine y el toreo.
¿Qué estrellas internacionales han pasado por esta casa?
Muchísimas, desde Ava Gardner a Geraldine Chaplin, Bo Derek, Diandra Douglas, Daryl Hanna, que es muy buena amiga y llama cada vez que pasa por España... También Paz Vega, con su padre, Campito, que fue banderillero nuestro, porque yo tuve la cuadrilla de más gracia del toreo.
¿Qué recuerda de Ava Gardner?
Vino a rodar una película, pero se cayó de un caballo y se le hinchó el pómulo, Hubo que fletar un avión para trasladarla urgente a Londres.
¿Y de «Bolero», con Bo Derek?
El director era su marido, un tipo muy celoso y con nombre de tractor, John Derek... (risas) En una escena salía desnuda en un caballo y exigió que no hubiera nadie delante, excepto mi hermano, los del rodaje y yo. Lo tapamos todo, pero se puede imaginar que estaba el cortijo entero mirando por las rendijas (risas). El caballo la tiró, pero era una mujer de raza.
¿El personaje más sorprendente al que conoció?
Casi le diría que mi padre y un empleado suyo. También Dalí. Siempre que toreaba en la Costa Brava iba a verme, vestido de payés y acompañado del capitán Moore, que iba con una pantera. Una vez me propuso ir a Cadaqués para pintarme a tamaño natural con mi caballo «Indiano», pero no podía dejar a la gente parada y opté por no ir.
¿La mejor letra que compuso y la que más éxito alcanzó?
Según lo que me pagan por autores, «Tócalo, tócalo», de Los del Río. A mí me gustan «Qué bonita está la Feria» y la famosa rumba «Me enamoré de ti». Ahora tengo una que será un éxito: «Tengo un caballo torero».
¿No se aburre en la marisma?
Mientras haya caballos y toros alrededor, el trabajo no me pesa. Soy un romántico del campo.
¿Ha vuelto a ver algún Ovni por aquí?
Pues mire, sí, no hace mucho vi una cosa rarísima, pero no me haga hablar de eso que bastante tuve ya. (risas)
A usted le gusta trasnochar. ¿O eso era antes?
Muchísimo, sí, pero siempre procuré que no me diera el sol en la espalda, porque eso no es bueno. Aunque alguna vez me dio. (risas)
Tiene tres hijas como soles y una mujer bellísima. Diga algo que los demás no sepamos sobre las mujeres...
Me han enseñado a querer y a cómo debe tratarse a una mujer, algo que quizá no sepan todos. Una vez dije que lo más parecido a un caballo es una mujer y al volver a casa casi me matan (risas). Pero es verdad, necesitan amor, comprensión y cuidados, pero si quieren salirse de la línea hay que frenarlas, bien, pero firmes, o no habrá modo luego de adaptarse.
¿La mayor locura que vio hacer a alguien por amor?
Mi hermano Ángel hizo muchas. Llegó a estar en la cárcel por amor. Se enamoró de la hija de un militar. Hizo tantas locuras que lo juzgaron por lo militar y lo metieron preso.
¿El personaje más loco o más divertido al que conoció?
He conocido a cómicos muy divertidos. Quizá Cantinflas, que fue un gran amigo y un genio. Una vez toreé en «la México» con gran éxito, pero la prensa me puso mal porque el apoderado se quedó... «cortito», ya sabe. Mario Moreno se acercó: «No se preocupe, amigo, yo tengo que pagar para que hablen mal de mí y que haya un poco de polémica». Ese día me puso a beber tequila con una chavala impresionante, entrecruzando los brazos y todo eso. Al dar el golpe con la sal se me metió en un ojo. Cantinflas me decía: «No se enoje, pues». Y le dije: «Si no me enojo, es que se me ha metido la sal en el ojo». (risas)
¿Y el de más talento?
También mi padre. He conocido a gente de mucho talento natural, incluso analfabetos, pero llenos de filosofía. Aunque si no eran ricos algo les faltaría para ser «listos».