Reconoce que su mejor virtud es la sinceridad. También su mayor defecto. Después de pasar por un cáncer de páncreas, Rocío Jurado asegura haber cumplido el sueño de su vida: ser artista.
¿Cómo se encuentra?
Bien, mejoro cada día y noto que con el tiempo tengo más energía. El tratamiento de quimioterapia y radioterapia me dejó muy baja de defensas y ahora me doy cuenta de que mejoro de la noche al día.
¿Qué le dice su médico?
Hace unos días le explicaba los síntomas que tenía y se reía de mí, me dijo que era lo mínimo que podía tener después de pasar por lo que he pasado. Últimamente, me atrevería a decir que la mayoría de los días son de diez.
Hace unos días el Ayuntamiento de Cádiz la propuso Hija Adoptiva de la ciudad.
Qué alegría. Para mí, es algo maravilloso. Tengo que decir que me siento profundamente gaditana y muy orgullosa de serlo. A pesar de nacer en Chipiona, siento como si desde muy pequeña existiera entre Cádiz capital y yo una relación especialmente estrecha. Creo que es algo que se ha demostrado a lo largo de mucho tiempo. Siempre he querido a esa ciudad, siempre me ha acogido con mucho cariño y cuando la visito siento que el público me quiere.
Este nombramiento es un gesto más de cariño.
Creo que sí. El hecho de que esta relación tan bonita con la capital gaditana se haga oficial es muy importante. La alcaldesa, Teófila Martínez, me llamó personalmente para darme la noticia y reconozco que lloré de la emoción. Su llamada me alegró el día.
El padre Loring ha sido también nombrado Hijo Adoptivo de Cádiz, ¿le conoce?
No, pero le mando todas mis felicitaciones.
¿Qué significa Cádiz para usted?
Es mi inspiración y mi orgullo. Mi cuna de felicidad y de todo lo que me gusta. Adoro su historia y recuerdo con mucho cariño cuando hace más de 15 años di el pregón de Cádiz y recordé la trayectoria de la ciudad. En aquel momento me sentí más de esa ciudad que nunca, por los cuatro costados.
¿Cómo son los gaditanos?
Personas maravillosas, con sentimientos puros, un sentido del humor magnífico y una gracia incomparable. Su honestidad está a prueba de bomba y tienen un gran sentido de la hospitalidad y hermandad. Cádiz es mucho más grande sentimentalmente de lo que lo es geográficamente. Le falta terreno para demostrar su grandiosidad.
Tendrá muchos recuerdos de la ciudad.
Mi padre, además de una gran persona, era muy gaditano, adoraba las chirigotas y no se perdía una celebración. Desde pequeña visitaba Cádiz con mis padres, paseábamos por La Caleta e íbamos a ver a la Virgen del Rosario. Además, en el puerto de Cádiz fue donde yo vi los primeros barcos grandes.
Habrá un rincón de la ciudad por el que sienta especial cariño.
La Caleta. Cuando estoy ahí me siento abierta al mundo, siento como si me encontrara en la proa de un barco que me lleva mar adentro. Cuando colocaron la plaza con mi nombre tan cerca del mar parecía que me habían leído el pensamiento. Siento también especial cariño por el casco antiguo de la ciudad y el puerto. En general, es una ciudad preciosa. Recuerdo también con cariño cuando en la Plaza San Juan de Dios bailé unos tanguillos con El Sopa o el pescaíto frito tan bueno que se come aquí.
¿Qué falta en Cádiz?
Nada, es una ciudad maravillosa. Aunque creo que necesitaría más trabajo, confío en que este tema se arregle pronto.
¿De dónde saca la fuerza?
De mi gente y de mi fe. Siempre he recibido el cariño de mi público cuando estaba en el escenario y con mi enfermedad me he dado cuenta de que ahora apoyan también a la persona, no sólo a la artista. Nunca lo agradeceré lo suficiente.
¿Su proyecto más inmediato?
Estar cada día un poquito mejor.