El cantante y músico fundador de La Barbería del Sur actuará este sábado 22 de octubre en la capital andaluza, con el apoyo promocional de la SGAE. El artista granadino pertenece a esa generación de flamencos que ha sabido encontrar el camino de unión entre sus raíces más puras y la música moderna.
El momento más trascendente de la Historia de la Humanidad está marcado por la señal de una estrella; una estrella vinculada estrechamente al nacimiento de un niño. Desde entonces, las estrellas nos siguen llamando poderosamente la atención, porque sabemos que acaban guiándonos hacia nuestros más maravillosos destinos.
Ha sido una celebración sin complejos, con trapío, ideada y creada por un Ayuntamiento que dice representar a una ciudad eminentemente taurina, en la seguridad de que tiene la plaza más importante del mundo. El Alcalde ha salido a los medios, sin temor ni rubores frente a dictadores de la democracia, los que se empeñan en los autoritarismos de que seamos todos iguales que ellos, sin variedad, como si estuvieran clonados por Artur Mas.
Vuelvo de jugarme peligrosamente mi acreditación y consideración como cronista del concierto de Raphael en el Club Vera de Mar, en la onubense playa de La Antilla. Por los pelos me he librado de quedarme en blanco, desconcertado, sin palabras precisamente cuando se trata de tenerlas, cuando se espera de ti que escribas las mejores. Si no llega a ser porque me reanima el aire de la bella madrugada de Huelva, regresando en coche a Sevilla entre pinos y eucaliptos de mentas marineras, si no llega a ser porque hago ese viaje con mi buen amigo Álvaro Vázquez Silva, el hijo de la leyenda Pepe Luis, que me asegura asombrado que ha visto y oído lo mismo que yo, a estas horas entro en coma en el arrogante oficio de la crítica. Si esto de Raphael sigue así después de cincuenta y tres años en la música, yo no sé lo mal que vamos a acabar los buscadores de metáforas y contadores de lo incontable.
Si tuviera que explicar qué es eso de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, tendría un buen ejemplo en Pepe Luis Vázquez, esa divinidad del toreo. Se fue. Se fue y se queda. Se fue y se queda porque los dioses siempre acaban en una ascensión que les pone un pie en la gloria y otro en la tierra. Adiós, Pepe Luis; bienvenido a la eternidad. Desde ahora estarás en el Paraíso, pero te quedas con nosotros, en Sevilla, hasta el final de los tiempos.
A la Duquesa le sienta bien el traje de Sevilla, es su hechura perfecta, su corte clásico. Lo mismo le cae a la medida el estampado de una luz mañanera en buganvillas, que el satén con perfume a historia del Alcázar. Allí la encontré la otra noche. Se entregaron los premios solidarios del Festival de las Naciones. No voy a decir esa memez de que estaba el todo Sevilla, porque, entonces, ¿quiénes son los demás que no reciben una invitación? Voy a decir que estaban el Alcalde Juan Ignacio Zoido de la Esperanza, con mayúscula la Esperanza, la de todos por salir del hoyo, como si fuera ya un apellido compuesto, como López de Lemus o Fernández de Argüeso. Dura un poco más Monteseirín, y Perales se queda sin cantar aquello de he vuelto a la Giralda, que sigue estando en pie. Dura un poco más, un poquito más -como en la nave del olvido- y se cae hasta Giralda TV.
El ex presidente Local del P. P. PEDRO VALDES, al ser de nuevo aludido por el alcalde, replica a sus manifestaciones, en primer lugar, se siente alagado y a la vez molesto, por el protagonismo que el Sr. alcalde le está dando en esta campaña, ya que en la actualidad, el Sr. Valdés, no tiene ningún cargo, pero sigue en acción como un militante más, y el hecho de que el alcalde se ponga nervioso nada más verlo, es el síntoma de que teme perder las elecciones, y que eso lo hará pasar peor, en el banquillo de los acusados, ya que está imputado, por varios presuntos delitos de calumnias, injurias, prevaricación y falsedad documental.