Opinión
Esa sangre veloz de los artistas. "Inma"
Cuando nos conocimos yo tenía veinticinco años y ella catorce, pero me miraba sin tiempo y sin edad. Me miraba con sueños, atrapada en sus ojos lánguidos por un estreno de besos que no había probado antes. Yo tampoco. Como los besos de ella, yo tampoco. Fue como si frente a la cristalera de un expositor de helados hubiera escogido un sabor nuevo y diferente. ¿A qué sabía Inma? No lo supe nunca. Si atino a describir algo de sus labios es que tenían la forma bien perfilada de la lentitud y la eternidad en unas comisuras sin prisas.
