Ring, ring. Hola, soy Manolo García. Grata sorpresa. Manolo tiene esas cosas: se pasa años sin llamar y de repente quiere felicitarte las Navidades, contarte que va a dar un miniconcierto con José Ignacio Lapido o preguntarte por la salud. Hoy está buscando un guitarrista. Alguien especial: un rockero americano, pero que, en un momento, suene tan auténtico como los negros de Nueva Orleáns. Quiere que le ayude a grabar su próximo disco. Alguien tipo Waddy Wachtel ¿te acuerdas?. Claro, el socio de Keith Richards en los X-Pensive Winos. Sobre todo, el cómplice de Warren Zevon en discos enormes. Te lo miro, Manolo.
Y lo hago, aunque imagino que también habrá consultado a otras fuentes: es entretenido jugar a ayudante de producción. Localizo varios guitarreros que podrían cumplir sus condiciones: un canadiense, un neoyorquino, un tejano. Hasta que salta la chispa: ¿y el mismo Waddy Wachtel?. Había oído que tenía problemas legales, algo casi inevitable viviendo en la California de Schwarzenegger. Investigo y compruebo que Waddy está limpio de polvo y paja. Que sigue tocando. Que incluso actúa regularmente en un club, con diferentes invitados.
Le paso toda la información a Manolo y me olvido. Los Ángeles queda muy lejos.
VERANO
Otro ring, ring. Descuelgo y noto ese zumbido que indica que es una llamada de larga distancia. ¿Me oyes? Soy Manolo. No te lo vas a creer pero ahora mismo estoy grabando en Ocean Way, tengo a Waddy Wachtel aquí al lado.
Vaya que si me lo creo. Manolo García es de las pocas figuras españolas que abandona regularmente su zona de confort para jugársela en territorios desconocidos. Con un par, disculpen la grosería. Se planta en Brasil (Para que no se duerman mis sentidos) o en Grecia (Saldremos a la lluvia), con la única compañía de su técnico de sonido. Ninguna broma: nadie le conoce allí y puede que los nativos ocurrió con los brasileños- se le tomen a coña el primer día. Hasta que Manolo les hace ver que no está allí para robarles sus músicas autóctonas. Se trata de añadir VUESTRAS especias a MI guiso, explica. Y terminan entrando en su juego.
En Los Ángeles, Waddy convoca a un equipo estelar, en realidad dos bandas diferentes: el guitarrista Mark Goldenberg, los bajistas Leland Sklar y Bob Glaub, el baterista Kenny Aronoff.... No me obliguen a dar el listado de sus méritos, seguro que ellos aparecen en algunos de sus discos fetiche del rock estadounidense. Profesionales curtidos y responsables, que requieren saber qué cuenta cada canción antes de lanzarse a tocarla. Y que te piden permiso para ausentarse tal día: tengo un concierto con Crosby Stills & Nash John Fogerty Stevie Nicks.
Dos semanas después, Manolo se ha cobrado la pieza: ha elaborado siete canciones con algunos de los más sólidos músicos de estudio de California. Todavía queda rematar la segunda mitad del disco en Musiclan, en Girona, con sus acompañantes habituales y algún descubrimiento feliz. Habla entusiasmado de Efrén López, un valenciano experto en música medieval, o de Albert Serrano, un guitarrista de Figueres. Y de Ivette Nadal, a la que sencillamente escuché por la radio, me compré el disco y fui a verla actuar en Girona. Nos hicimos amigos y canta en Los días intactos.
OTOÑO
Madrid. En la sede de su discográfica, Manolo se muestra satisfecho. Han pasado tres años desde su anterior disco. Muchos conciertos, setenta cuadros al óleo, cuatrocientos dibujos, unas treinta canciones de las que ha extraído las catorce que constituyen Los días intactos: se refiere a los días vírgenes, cuando todavía no te ha agredido la realidad, cuando has decidido no leer los periódicos, cuando te apetece escuchar buena música y, quizás, pintar o componer algo.
¿Y la motivación para seguir haciendo música, Manolo? A ver como lo explico sin ofender a nadie. Si viviste los años de vacas gordas y tuviste algún éxito tipo Como un burro amarrado a la puerta de un baile, ya estás solucionado, tienes tu piso y tu cochecito, no vas a pasar hambre. Puedes dedicarte a la música por placer. Esto debería ser la vida, amiguete: una suma de pequeños momentos agradables.
Con su rajo español, con su lejanía de cualquier imagen cool, con su gancho popular, a veces olvidamos que Manolo García es esencialmente UN ROCKERO. Yo creo en la dignidad del músico de rock. No hablo de poses, hablo de comportamientos palpables. Nunca he vendido canciones para publicidad, no cedo temas a musicales, me repateó que nos versionearan en Operación Triunfo, no permito que se desmonten los álbumes para hacer un grandes éxitos.
Son tácticas legítimas, acepta, que sirven para la inmensa mayoría de los artistas. Pero es más interesante hacerlo de otra manera. Quimi y yo sabíamos que El Último de la Fila estaba dando el último concierto pero no lo anunciamos, no lo explotamos. Nos despedimos sin rebañar el plato, sin vender las sobras.
¡Ssssh! Pocos de los dioses del rock pueden presentar un expediente más impoluto. Puedes contarlos con los dedos de una mano: Tom Waits, Neil Young Manolo interrumpe: ¡no lo sabía! Me encanta Neil entre otras cosas por la trompeta que mete en algunos de sus últimos discos, a lo el-gitano-de-la-cabra. Hay un eco en el arreglo de uno de los nuevos temas.
Y que no se nos olvide. Manolo ha publicado El fruto de la rama más alta (Temas de Hoy), su reveladora nueva colección de textos, pinturas, letras y fotos. También hay exposición, por cierto. Muy importante esa parte social. Pintar es un trabajo solitario, reconcentrado; exponer supone encontrarte con chicas guapas, charlar con la gente que seguramente va a tus conciertos.
INVIERNO
Habrá gira, a partir de febrero o marzo, comenzando con teatros. Mientras tanto, aquí van apuntes para un decálogo que ayuda a entender al Manolo García de 2011:
Yo no tengo años, tengo curiosidad. Necesito variar los músicos para no dormirme. Si trabajas siempre con la misma gente, puede que termines aburriendo. Si cambias y te diviertes en el proceso, quizá puedas divertir al público.
Con Internet, ya no hay excusa para la rutina. Unos minutos de consulta y te enteras de cual sería el estudio de Casablanca o Bamako que mejor te serviría para determinadas canciones. Luego es desembarcar y conectar con alguien que te busque los mejores músicos locales.
La de músico es una profesión privilegiada. Vas a Los Ángeles y te aceptan en una comunidad de instrumentistas excepcionales. Te juntas con ellos durante los días laborables y los fines de semana, cuando ellos tienen bolos, tú te dedicas a ver museos o lo que sea.
No soy mitómano. No voy al Ocean Way para presumir de que trabajo en el mismo estudio que usaron los Rolling. Lo elige Waddy y yo contento. Luego, si escuchas con atención los discos que te gustan, sabes que mezcladores sacan el sonido que tú necesitas.
El problema no suele ser el plagio de otro artista. Lo más habitual es copiarte a ti mismo. Si detecto algo así, la nueva canción va directa a la basura.
Yo soy el capitán de la nave. Si los músicos aportan ideas, se valoran y, en algunos casos, se aceptan. Aunque finalmente, es mi disco y mis peculiaridades se respetan. No soy nada timorato en el estudio. Puedo meter la gamba hasta el cuello pero asumo ese riesgo.
La historia, eso es lo principal. Para no mutilar la letra, mis canciones pueden tener un ritmo raro o una estructura atípica. Algún bromista me llamaba el Frank Zappa del Poble Nou.
No puedes obsesionarte por los cambios en la industria musical. Puede fastidiarte más o menos que te roben las canciones, que las conviertan en bakalao, putadas varias. Tú has cumplido haciendo tu disco y a partir de ahí lo dejas en manos de los que saben del asunto.
Soy muy austero. Desconfío de la publicidad que intenta convencerte de que tu vida cojea si no has visto un atardecer en tal isla del Pacífico, si no te has comprado un reloj suizo de tirada limitada. ¡Si lo mejor es no saber en qué hora vives!
Hay que ser amable con los demás. Igual parece lo contrario a la tríada del rock, el sexo, drogas y rock n roll, que también considero un programa plenamente reivindicable en estos tiempos de prohibiciones y control social. No voy de San Manolín pero conviene pensar en los demás, sean conocidos o desconocidos.