Hoy en todos los telediarios se anuncian los candidatos a los premios Goya, pero no es oro todo lo que reluce.
Sabemos que la mierda se esconde debajo de las alfombras (también de las alfombras rojas) y aunque todo parezca glamour las injusticias también llegan al mundo del cine. Un inocente error, un descuido, un olvido ha dejado fuera de la competición a la película Mi única familia. Freud el siglo pasado ya advertía que los lapsus, los olvidos, los actos causales estaban sobredeterminados por el inconsciente, que no existía la casualidads y, en este caso, rodeados de psicoanalistas, los responsables de la Academia de Cine Española deberían cagarse patas abajo.
Es reciente la trayectoria de la productora Cinenormal, formada por 35 compañeros y amigos, poetas, psicoanalistas, artistas que, unidos por su pasión por el cine, decidieron embarcarse en lo que es denominado el séptimo arte. En poco tiempo han logrado, no sin muchos esfuerzos y gran inversión económica, realizar dos largometrajes. ¿Infidelidad? y Mi única familia. Ambas películas de gran belleza, donde el lenguaje poético y un intenso amor por los grandes autores cinematográficos, llegan con su mensaje hasta personas de toda clase social con un poco de sensibilidad. Aunque, como decía el gran Aldo Pellegrini, al igual que la poesía es una puerta cerrada a los imbéciles, las buenas películas también parecen cerradas a las cabezas de chorlito que sólo saben bajarse los pantalones ante ciertos poderes económicos.
Lejos de valorar el producto artístico, de apoyar el crecimiento de los jóvenes autores, de acercar un cine diferente a unos espectadores hastiados de tanta película insulsa, nuevamente se corta de un hachazo en la yugular la posibilidad de difundir lo bello, lo verdadero, lo incandescente. Sin embargo, hay que reconocer, que como pasa en otras disciplinas (la poesía, la pintura, el psicoanálisis) nadie logrará callarnos, porque aprendimos de los grandes poetas que hay que buscar las rendijas, no las llaves.