El tiempo ha otorgado al toreo de El Juli hondura y un incontestable dominio de la técnica. Sorprendente y ambiciosa fue la faena al cuarto, realizada con excelente oficio oscilando entre el virtuosismo de los muletazos diestros y la hondura del pase zurdo. Tenía a su disposición un animal de bandera. Un toro bravo. El Juli lo sabía, y supo además cómo explotar esa bravura. Esto lo puso en evidencia en el toreo de capa, muy despacio, entregado y a compás hasta llevárselo a los medios. Después, tras el prólogo de cinco muletazos por alto impávido en el centro del círculo y algunas series de pases
diestros, las cuatro tandas de naturales, donde la quietud para la ligazón, la lentitud y el infinito recorrido del bello trazo de muleta a rastras se fundieron con el sentimiento y la sensibilidad galante; fueron excelentes. Fue el toreo de un Juli mucho más intenso, sólido y contundente que otras tardes. La estocada, perfecta en su ejecución, por sí sola bien valía una de las dos orejas que paseó con justicia.
Fue lo mejor de una tarde marcada por la ambición de una terna que buscó con ahínco ganar la partida a su rival en el ruedo. Tres toreros muy por encima de la noble, sosa y mansa corrida de Núñez del Cuvillo - lidiada en su totalidad sin picar- que con la excepción del bravo cuarto, premiado con vuelta en el arrastre, no molestó, pero tampoco ayudó en demasía. Con el manso y noble primero se mostró el Juli con su habitual oficio hasta conseguir muletazos con ambas manos correctos en el trazo. Muy al final del trasteo logró contagiar algo de emotividad al público con una tanda de pases zurdos bien ligados con el de pecho. Y un circular completó llevando al toro imantado en la muleta. Fueron los únicos detalles de una faena que no supo firmar con la espada.
El excelente toreo de Perera se mostró durante la lidia al segundo toro de la tarde, un
nuñezdelcuvillo muy noble y de enorme calidad en sus embestidas pero también muy flojo. El extraordinario talento del pacense consiguió superar lo que parecía imposible: mandar en la floja embestida del noble toro. Admirable quehacer de Perera en una faena que resultó tan ambiciosa como apasionante. El toreo diestro de largo trazo y lento recorrido lo hilvanó con la versión del natural que privilegia un toreo de quietud y ligazón capaz de preservar la seguridad y el valor de Miguel Ángel Perera. Muletazos de una limpieza encomiable, ensamblados en armonía, sin concesiones, para construir una obra elegante y profunda. Un arrimón sin cuento en el epílogo precedió a la estocada de oreja. Al quinto, un manso buscando desesperadamente las tablas, le arrancó otra oreja a fuerza de valor, técnica y temple, hasta llegar al final con un toreo de cercanías que hizo levantarse al público de sus asientos. Tras un pinchazo, estocada y dos avisos aún le dieron la oreja.
No era un hecho frecuente en la temporada actual de Talavante sentir la emoción del toreo de forma tan continuada. Y es que el extremeño, esta tarde, volvió a dominar como nadie el valor que le hace pisar con soltura unos terrenos más del toro que del torero. Y así planteado, el toreo se hace auténtico, sin engaño, integral y emocionante. Muy quieto se fajó en con el tercero en los estatuarios de inicio de faena firmándolos después con unos pases de trincheras de enorme gusto. Ligó naturales soberbios, y trazo bernardinas con un ajuste ya casi olvidado. Sin embargo una pescuecera y fea estocada emborronó lo hecho. A pesar de todo, otra vez el generoso público de Huelva con la ayuda de un presidente sin criterio le dio las orejas. Trofeos sin valor que desprestigian el sabor y la solera del viejo coso de La Merced.
Con el sexto, noble y soso, hubo tan poca entrega y falta de ilusión en Talavante, que el largo metraje empleado en los intentos de faena resultó engañoso y pesado. Tras dos pinchazos y estocada fue ovacionado.
