El Rock de la calle Feria es una buena novela generacional y de carretera, cuya trama principal gira en torno a un viaje a Ámsterdam. En ella, Paco Gallardo, retrata con inteligencia y humor melancólico los rasgos que identifican a una generación a través de un puñado de jóvenes sevillanos de finales de los setenta.
Por la edad y las circunstancias de los protagonistas el viaje a Ámsterdam se vuelve iniciático. Esos chicos de veinte años descubren el mundo a la vez que se descubren a si mismos y no se sabe qué les sorprende más (si el mundo o ellos). Es uno de los aciertos del autor, que en todo momento sabe tratar a sus personajes con cariño e indulgencia, lo cual nos dice mucho sobre él. Los creadores pueden utilizar más o menos materiales biográficos en este caso lo desconocemos- , pero no pueden evitar proyectarse en el modo que tratan a sus personajes. En el modo en que Paco trata a sus criaturas se advierte que es una buena persona. La trama se desarrolla a un buen ritmo. Los lectores asistimos en directo al curso de los acontecimientos identificándonos con las vicisitudes de los personajes. Y no sólo los que por edad pertenecemos a esa generación, sino cualquiera, ya que la novela no se queda en la superficie de las cosas ahondando en los elementos comunes, míticos, que posee toda generación. Quizá lo mejor de todo sea la tensión que se crea entre el rigor prosaico al que el autor somete voluntariamente el relato y el fondo poético y melancólico de la historia de amor. Hacia el final de la novela estamos tan identificados con la historia que desearíamos intervenir en la trama a través de su protagonista, pincharle para que abandone un poco su prudencia - esa hermana elegante de la cobardía, como la define el narrador- , claro que, bien pensado, mejor así, ya que de otra manera quizá los lectores no estaríamos disfrutando hoy de su lectura y quien sabe si de la amistad de su autor.