Los héroes anónimos existen. Son esos profesionales que cada día, sin hacerse notar, nos salvan la vida.
Yo puedo hablaros de dos: José Manuel Galán, conocido como El Cuñao, y Juan Soldevila. Los dos son conductores de la empresa Ambulancias Tenorio. Y los dos me han sacado de casa estando inconsciente y sola y en momentos de sufrir una hipoglucemia severa.
Los conductores de Ambulancias Tenorio me recogen tres veces a la semana para traerme y llevarme a diálisis. Esto es lo normal. Y cuando llegan y yo no estoy, me llaman para confirmar que no estoy, y se marchan sin mi; porque muchas son las veces he de ir al hospital a hacerme pruebas y me cambian el turno de diálisis. Pero tanto José Manuel como Juan saben que yo siempre aviso por teléfono de los cambios. Ellos me recogen habitualmente y me conocen muy bien. Y ahí está lo especial: que no hayan querido marcharse al ver que no salía ni contestaba. Eso es lo que los convierte en héroes. Ese sexto sentido que les hace sospechar que algo no va bien, y esa insistencia que ellos ponen para sacarte de casa en esas circunstancias. Y por ese talante suyo yo sigo viva hoy.
No sé cómo consiguió sacarme de casa El Cuñao la primera vez. Sólo recuerdo su cara cuando dejé de estar inconsciente. Una cara de preocupación, abriendo la puerta de la sala de urgencias de mi clínica, preguntando cómo estaba yo. Juan me encontró en la puerta y de él sólo sé que, sin mediar palabra, me llevó al hospital y cuando me recuperé ya se había marchado a llevar a otros enfermos. Un anonimato total para un héroe cotidiano.
Darles las gracias es lo menos que puedo hacer. A ellos y al resto de compañeros: Curro, El Madriles, Alonso, Manuel, etc... Gracias por estar ahí: sin capas, sin logos con S en medio, pero igual de héroes.
Beatriz González Villegas.
Paciente de la Clínica Sierra Este, de Diálisis Andaluzas.