Saddam Hussein ha sido condenado a muerte por ordenar el asesinato de 148 chiíes, lo que sólo representa una mínima fracción de las tropelías sobre el pueblo iraquí de este dictador.
Sin pretender disculpar a Saddam, me gustaría establecer un lógico paralelismo con las más de 170 personas sentenciadas a muerte por Bush cuando era gobernador del Estado de Texas, muchas de ellas con irregularidades en el proceso judicial. ¡Vaya democracia más mezquina la estadounidense que legitima, a golpe de votos, un genocidio similar al que le ha servido al Tribunal iraquí para sentenciar a muerte a Saddam Hussein!