La iglesia del Salvador ya está lista, como cuando se entregan las llaves de un piso, y después del verano empezaremos a amueblarla». Lo dice con satisfacción Juan Garrido Mesa, delegado episcopal para esta aventura que es la restauración integral del segundo templo sevillano en importancia. En invierno, Garrido Mesa recibe a la gente en la mesa camilla del despacho que tiene junto al patio del Salvador. La camilla es parte del patrimonio de este templo: une a las personas y aviva la conversación al calor del brasero. Garrido no para: gestiona, coordina y supervisa para que todo vaya al ritmo previsto. Porque conoce a sus clásicos, Garrido acentúa esta frase: «No se modifica nada sustancial», pero luego asegura que de la nueva imagen del templo sorprenderán la amplitud la luminosidad y la seguridad: motivo por el que se cerró la iglesia.
La alarma se disparó el 28 de julio de 2000. El desplazamiento de las vigas del presbiterio seguía abriendo grietas y provocando desprendimientos en la pintura de Juan de Espinal que cubre la capilla mayor. El arquitecto Fernando Mendoza, director del proyecto de restauración, afirmó entonces: «Todos los arcos están dañados». Y la iglesia quedó clausurada en la zona del presbiterio, haciendo los bancos las veces de vallas. Los informes de Vorsevi fueron también decisivos y el 4 de marzo de 2003 se cerró la iglesia, pero las obras no empezaron hasta el 2004. Garrido Mesa espera - por no decir asegura- que el Salvador será reinaugurado el 3 de marzo de 2008 con una misa pontifical. Un record en una ciudad acostumbrada a las obras eternas, para que al final todo el monumento parezca lo que no es y falten enseres muy vendibles que nadie sabe dónde están. En el Salvador, sin embargo, las cosas se están haciendo con sentido común, entre el templo y la mesa camilla.
Para principios del 2008, el amortizado mecano (conferencias, exposiciones, conciertos, presentaciones...) que cubre el patio de la primitiva mezquita mayor sevillana, la llamada de Ibn Adabbas, estará ya reinstalado en el Parque del Alamillo, como lo están ahora las pasarelas que han permitido ver el desarrollo de la obra.
Después de vaciarse el gran osario que allí había, los visitantes han podido conocer el subsuelo del templo hasta donde les permiten la técnica y la seguridad: huellas de la mezquita y el río que fluye por los subterráneos, otra de las causas del deterioro del Salvador. La iglesia, llena de humedades, era una esponja que se alimentaba de este cauce. Al final se ha optado por no corregir la inercia de la naturaleza y convivir con el arroyo ya canalizado.
Más cosas. Garrido Mesa está ilusionado con la Sacristía: «Será sorpresiva para la gente». Pocos la han visto, pero ahora empieza ya a tomar aspecto del museo visitable que será. Huele a limpio y a nuevo. Se han picado y restaurado los paramentos, y los frisos cerámicos de 1580 muestran el reflejo satinado que siempre tuvieron.
En el lienzo de la Transfiguración, de Pablo Legot - hacia 1630- , aparecen ahora más detalles y colores. La pintura preside la sala y pronto le acompañarán, a cada lado, dos relieves de Juan de Oviedo que estaban antes en los pilares del templo y que formaban parte, junto con el lienzo, del primitivo retablo. Una Sacristía sin cajoneras no es una Sacristía. Habrá dos y de caoba.
¿Dónde la sala de reuniones? Pues encima, en la Sacristía alta. Más el problema, ya solucionado, de los miles de huesos que amortiguaban el peso de la vieja solería de mármol de Carrara. Irán en 450 nuevas cajas en lo que se llamará archivo osteológico. Y por asociación de ideas, bajamos a la cripta que ha diseñado Fernando Mendoza, fresca y aireada como pocas, huyendo siempre de la humedad dañina. Allí quedan a la vista algunos restos de la mezquita del siglo IX.
¿Qué es lo primero veremos al entrar en el templo? Pues el San Cristóbal (1597) de Martínez Montañés, que salió de su retablo camino de la Cartuja para no entrar más en su capilla. Ahora vendrá bien aseado y se quedará en lugar preferente, en un pedestal junto a la entrada, para que puedan verlo por sus cuatro costados, como el David de Miguel Ángel en Florencia. La función de museo va ganándole terreno a la función de culto. El Salvador dejará de ser parroquia para convertirse en «iglesia exenta». Para ello es necesario un decreto del cardenal.
Pocos púlpitos hay tan bellos como los del Salvador. Ahora recobrarán el uso que siempre tuvieron, a la vez que se adelanta la mesa del altar, que son las modificaciones que tanto gustan al clero.
La piedra de los pilares y de los arcos ya no es oscura. Sacaron la suciedad y quizás la pátina. Las nuevas vidrieras previstas dejarán pasar una luz más clara e intensa que se verá reforzada con la iluminación artificial. Para los que nos gusta el efecto prodigioso del rayo en diagonal destacando en la penumbra, Garrido nos reservará unos minutos al día. La iglesia es más amplia porque ya no tiene las rejas de las capillas. Dentro quedará sólo una y, a lo mejor, la de afuera.
La solería, renovada casi entera en mármol de Macael, conserva, no obstante, los rosetones de Carrara. Suelo pulido y brillante sobre una gran torta de hormigón que aguanta dos toneladas por metro cuadrado. Las alpargatas de los costaleros le harán sólo un ligero cosquilleo. La iglesia está lista en su arquitectura, incluidas las cubiertas y las tejas, a excepción de «algunas losetas, un cruz en la cubierta de la nave central y la nueva estructura del presbiterio», señala Carlos Carillo, historiador del Arte del equipo de restauración. Los restauradores trabajan ahora en la limpieza de la pintura de Espinal, oscura y con grietas. Será otra sorpresa. El otro foco restaurador está en la Cartuja. Cuando esté lista la última de las piezas que allí hay del Salvador, las llevarán todas juntas al templo: el San Cristóbal, la Santa Ana que instruye a la Virgen Niña (atribuida a Montes de Oca), la Magdalena de Duque Cornejo, hasta completar las 59. Pero antes, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico tiene previsto hacer una gran exposición con todo esto al final de 2007.
Algunos elementos como los retablos de las hermandades quedan fuera del proyecto. Más adelante les llegará el turno a la capillita de los Desamparados y al órgano y su mueble exterior, cuyas piezas fueron desmontadas por el equipo del organero Grenzing. El instrumento, uno de los mejores de Andalucía, fue construido por Juan Debono en 1794.
Anuncia Garrido Mesa que el templo del Salvador estará abierto siempre. La recepción será el lugar donde estaba la pila bautismal, y ésta pasará a la capilla de las Aguas.
Mientras, queda la otra recepción, entrando al patio a mano derecha. Cuando pasen las calores y llegue el invierno, Juan Garrido seguirá atendiendo a los todavía parroquianos en la mesa camilla, a un paso del templo. Y uno se creerá que está en su propia casa. Salud.