Siempre se ha dicho que, en realidad, Steven Spielberg no había inventado nada nuevo cuando barrió las taquillas de todo el globo con el temible Tiburón, las peripecias de Indiana Jones, o los encuentros con extraterrestres. Lo suyo ha sido sumergirse en el imaginario colectivo del cine más clásico, buscar en el baúl de los recuerdos las películas con las que disfrutó en su niñez y devolverlas al presente tras sacudirlas de polvo y darles una buena capa de lustre; es en esa operación de limpieza y abrillantamiento donde radica el éxito de un cineasta que ha sabido actualizar con inteligencia viejas historias bajo la impresión de un sello muy personal.