ALGUIEN SE HA MUERTO DE AMOR
Lo ha hecho sin ser noticia, sin ocupar diariamente los espacios del corazón, por más que el suyo era uno de los que más dolían. Vivía en la discreta humildad de los mejores, en la sombra feliz del que tenía bastante con mirar a su estrella. Desde hace muchas semanas empezó la recta final de Caracolillo, teniendo que ser ingresado de una afección renal en el Hospital Virgen Macarena. Alcancé a visitarle en medio de una vida, la mía, que él sabía cómo se había puesto de difícil, mientras la suya empezaba a escaparse de las manos de los médicos. Allí besé por última vez al gran amigo, a una de las personas que más le debo ayuda, consejos, verdadero cariño, sinceridad para que me contara mil veces su largo camino en carne viva, sin paños calientes ni disimulos. ¡Qué bueno conmigo Caracolillo para comprenderme hasta cuando fui incomprensible! Pero yo también se lo contaba todo, no teníamos barreras, nos mirábamos los dos desde el mismo lugar adverso donde la vida coloca a los luchadores, a los supervivientes.
