Es lunes. Llevamos doce días caminando y calculamos que nos acercamos a los trescientos kilómetros recorridos. No sabemos a ciencia cierta cuántos son porque no trazamos una linea recta ni seguimos las estribaciones de ninguna carretera. Somos una errática caravana, un hilo blanco, verde y negro que trenza rutas entre pueblos donde anidó la solidaridad.
Este el segundo lunes que pasamos en la marcha y al igual que el lunes anterior nos vestimos de gala con nuestras camisetas amarillas de “Pensiones blindadas por Ley” porque cuatro de los cinco caminantes “fijos” estamos ligados de una u otra forma, en mayor o o menor medida, a los movimientos del colectivo pensionista de nuestros pueblos: en Cádiz,en Chiclana, en El Puerto o en Sanlúcar. Como N.
N. participó hace apenas tiempo en la dura marcha que auspiciaron los pensionistas de Rota con la que llegaron a Madrid y coincidieron con la gran movilización estatal en defensa de las pensiones públicas. Lo tiene muy gala y con frecuencia nos compara los hitos de aquella singladura con las que ahora estamos a punto de culminar. Lo hace con orgullo. El sabe mucho de singladuras, de puertos y tormentas y acumula algunos naufragios en su vida pero supo nadar desde las islas oscuras hasta las playas donde hoy planta sus banderas con las que pretende construir un mundo más justo y sostenible. N. es uno de los regalos que llegó a mi vida gracias a la Educación de Personas Adultas a través de mil carambolas donde se mezclaron literatura, amistades y afinidades políticas. Camina balanceando el peso de una pierna a otra con solidez para distribuir el peso entre las ampollas que soporta desde el primer día. Creo que está acostumbrado a caminar sorteando dificultades. Se le nota en los silencios en que se refugia de cuando en cuando.
Entre la gente que nos acompañó hoy a la salida de Écija, como ocurrió en tantos otros pueblos, también había muchos pensionistas. Hombres y mujeres. La mayoría con un curriculun antiguo de infinitas luchas, mil derrotas y alguna brillante victoria. Creo que los pensionistas de los últimos tiempos hemos formado un gran ejercito de activistas de mil causas: sindicales, sociales, solidarias… Esta incorporación masiva de elementos liberados no ha significado una avance significativo en la consecución de los objetivos de estas causas, que va. Cierto es que la mayoría sigue militando y haciendo lo mismo que hacía cuando estaban en activo. Ahora, simplemente, tienen más tiempo que dedicar cuando no tienen que cuidar a los nietos. Quizás esta pr4sencia de elementos tan veteranos en los movimientos sociales esté lastrando su avance porque contagiamos las estrategias del siglo XXI con nuestras viejas tácticas aprendidas en el siglo anterior. Quizás con nuestra pertinaz presencia hacemos de tapón en el necesario relevo que la gente más joven debe tomar al frente de la búsqueda de soluciones nuevas a los nuevos y viejos problemas. Quizás. No sé.
Hoy caminamos desde Écija con la única compañía de I, un diputado andaluz, que cambió el micrófono por las deportivas. Hemos tenido demasiados "acompañantes" desde los micrófonos del mediodía que no han caminado ni siquiera una decenas de metros a nuestro lado. Conforta ver a I. en camiseta sudando a nuestro lado. Han sido más de 20 kilomet5os por una vía de servicios pelada que se nos perdía haciéndonos dudar del rumbo. El contramaestre N estuvo al quite ayudándonos con su sexto sentido de marino a retomar la singladura porque tras tres horas de camino bajó cielo encapotado, el sol volvía por las suyas., Y cómo. La entrada en La Carlota nos hizo sudar y apenas resistimos el acto en la puerta del ayuntamiento, ahora sí, castigados por un lorenzo enfadado porque sabía próxima nuestra fuga a la umbría.
La amistad de la gente de Écija y la del pueblo nos ayudó – algo hizo la cerveza también- a recuperar el buen humor con que afrontamos estas etapas finales.