La educación militar también ha dado un vuelco a sus sistemas de enseñanza. La lucha contra el COVID-19 ha obligado a montar todo un sistema nuevo capaz de sostener la formación de los alumnos tanto de la Academia General del Aire como de la Academia Básica.
Precisamente se encontraba allá por marzo Andrea Fernández Férvida, alumna de primer curso de la Academia Básica, realizando su sueño de convertirse en suboficial, tras conseguir promocionar desde la escala de Tropa. Su aspiración era seguir progresando en la especialidad de Mantenimiento de Aeronaves y, quizá, incluso volver al Ala 31, donde estaba destinada. Pero la pandemia apareció como un tifón capaz de nublar las perspectivas de cualquiera.
“Fue un viernes 13 de marzo, cuando fui a comer. El coronel director nos comunicaba a todo el escuadrón en la Plaza de Armas la decisión tomada a raíz de los hechos que acontecían”, nos cuenta la alumna Fernández Férvida. “Hasta ese momento habíamos seguido con las clases, nos encontrábamos en plena época de exámenes y pruebas físicas y el día anterior incluso, completamos la marcha programada para la segunda evaluación”.
La sensación era generalizada, algo muy importante estaba pasando. “Todos nos percatamos de la excepcionalidad de la situación, aunque no nos terminábamos de creer que nos íbamos a nuestras casas”, nos confiesa Andrea.
Y esa ha sido la dinámica durante todo este tiempo. El Ejército del Aire ha amoldado en un tiempo récord una dinámica formativa telemática, usando los medios a su alcance, para no quebrar esta formación en la medida de lo posible. Lo primero era asegurar la salud y el bienestar del alumnado. Pero volviendo a aquellos instantes, era muy importante tranquilizar a sus familias.
El caso de Andrea fue uno más entre tantos. “Llamé a mi abuela, la persona más sabia que conozco. Recuerdo que me dijo que esta situación no la había vivido ella en sus 85 años de vida y que demandaría mucha paciencia y adaptación. Le conté que yo había decidido quedarme en el piso que tengo alquilado en La Virgen del Camino, localidad en la que se encuentra el centro, y me dijo que era lo mejor que podía hacer”.
Y allí seguí una formación basada en la autodisciplina y la responsabilidad. “Desde la primera semana estamos estudiando a distancia a través de la plataforma del Campus Virtual Corporativo de la Defensa (CVDEF), se nos facilitaron nuevos horarios adaptados a la situación, bloques de dos horas para cada asignatura, con un profesor asignado para que estuviera en línea con nosotros para resolver nuestras dudas”.
Ha sido y es toda una experiencia, con satisfacciones y también con inconvenientes, pero el alumnado mantiene en todo momento el contacto con su centro de formación. “En cada materia los profesores se las ingenian para impartir las clases de diferentes formas. Algunos se graban en casa haciendo comentarios sobre el temario, otros comparten la pantalla de su ordenador resolviendo problemas prácticos, como es el caso de la asignatura de Electrónica, una de las materias que nos pueden entrañar más dificultad”, nos confesó Andrea.
Se ha tratado de lidiar con todos los aspectos educativos, incluida la Educación Física. ”En este aspecto se nos proporciona una programación quincenal para tratar de mantenernos activos y en forma en nuestras casas. Nos sorprendió a todos la rapidez con la que los profesores nos hicieron llegar videos con ejercicios adaptados a los materiales de los que disponemos todos: cartones de leche, garrafas, sillas, etc.” Luego por su cuenta, Andrea se volcaba con los ejercicios de, cardio, fuerza o estiramientos, según el día, y las tendencias. “Por supuesto, no fue ninguna excepción, y caí en los vídeos de Patry Jordan”. Ahora que ha recuperado la calle sale a correr prácticamente todos los días.
Es pura responsabilidad propia sumada a un estricto plan de estudio. “Durante las primeras semanas de confinamiento, de lunes a viernes, de 8 a 14 horas teníamos clases virtuales. Así era fácil mantener una dinámica de estudio”. Y, cómo no, también hay momento para la distracción, especialmente en la etapa más dura del confinamiento. “Como tantísima gente, he dedicado mucho tiempo a la cocina, a comer sano y sobre todo equilibrado, por tener una menor actividad física”, nos reconoció Andrea.
Pero a pesar de todo, la nostalgia de la vida de academia también pesa. “Se echa de menos especialmente el día a día con los compañeros, compartir hogar, se hace raro tenerlos lejos”. Es la camaradería, todas esas cosas que hacen única la vida de academia. Los mensajes de móvil han aliviado algo y poder encontrarse ahora con alguna compañera que se ha quedado como ella en Virgen del Camino.
La formación más técnica es la que más se ha resentido y, en este sentido, es evidente que habrá que retomar aspectos imposibles de afrontar telemáticamente, especialmente para futuros mecánicos como Andrea.
Ha habido exámenes y llegan más ahora. “Hemos hecho pruebas online a través del CVDEF. Consisten en la apertura, durante una franja horaria específica, de un test de determinadas preguntas y duración” Ahora tocan los finales de la tercera evaluación, con los que terminarán los cursos correspondientes a los módulos de Formación Profesional, que se estudian en las diferentes especialidades de suboficiales del Ejército del Aire. “También nos evalúan con trabajos individuales y grupales, aparte de exámenes, tanto en esas materias como en las pertenecientes al módulo militar”.
La vida sigue y Andrea sueña con ser suboficial. Mientras, disfruta de la música, cantando y tocando. “Soy un poco cantautora”, nos dice ella. Se pirra por la verdura al vapor y lo que más le apetece retomar es la temporada de fútbol. Es árbitra en el comité aragonés, y echa mucho de menos los partidos de los fines de semana. Reconoce que la Academia Básica, como toda España, tendrá que aprender a convivir con el COVID-19. “Se tomarán las medidas pertinentes y nos acostumbraremos a ello. Pronto volveremos a tener que preocuparnos sólo de seguir con nuestros estudios”.