LOCKE. Reino Unido-EEUU, 2013. Director: Steven Knight. Guión: Steven Knight. Fotografía: Haris Zambarloukos. Música: Dickon Hinchliffe. Intérpretes: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland.
No es la primera vez, ni será la última, que un cineasta acepta el desafío de realizar una película cuyo reparto y escenarios se reducen al mínimo. El tour de force lo han llevado a cabo directores como Alfred Hitchcock en Náufragos (un puñado de personajes en una barca), Joseph Leo Mankiewicz con sólo dos tipos encerrados en la mansión de La huella o, más recientemente, el español Rodrigo Cortés con Buried (Enterrado), quien rizó el rizo al filmar una cinta entera dentro de un ataúd con un único actor.
Ahora es el británico Steven Knight quien se atreve a contar la historia de un hombre que viaja durante hora y media en su coche. ¿Cómo mantener la atención del espectador con sólo un personaje visible en el interior de su vehículo, sin dejar de conducir toda la película? Todo se reduce, como siempre, a dos cuestiones: el qué y el cómo nos lo cuentan. Para entretener no se necesita un gran número de localizaciones, ni una batería de efectos especiales, ni una amplia galería de personajes (hay cintas que tienen todo eso y son tan aburridas como ver crecer la hierba). Locke posee uno de esos guiones que te atrapan desde los primeros minutos y no te sueltan, con la historia de un capataz de obra que sale del trabajo, se monta en su coche, y en los próximos 90 minutos, sin soltar el volante, debe solucionar el hundimiento de su vida personal y profesional. Es admirable cómo entramos en el juego, desde que un intermitente cambia de dirección y nos plantea todo el sentido del relato: es un hombre que va a dar un giro radical a su vida, tratando de hacer lo correcto, pese a quien pese.
A partir de ahí, la tensión que se va acumulando en el automóvil nos produce hasta una sensación de claustrofobia: el protagonista está atrapado en graves circunstancias, y todo confluye en el interior de su coche, con magníficos diálogos con otros personajes que sólo existen con sus voces (y no se necesita más para conocerlos a fondo). Hay mucho suspense y emoción en cada una de esas conversaciones (algunas nos conmueven hasta la médula, hay momentos con su esposa e hijos que son desgarradores), y se suceden de la forma más inteligente, creando giros y golpes de contraste para sacudirnos constantemente, con una ambientación nocturna muy cuidada: las luces de la carretera, los vehículos que adelantan, el sonido de las ambulancias y patrullas de policía, estamos dentro de ese auto con el protagonista, absolutamente implicados en su drama personal.
A todo ello hay que añadir una realización muy acertada, paseando la cámara con habilidad por el exterior e interior del coche, con movimientos elegantes y sabiamente encadenados en el montaje. Y por supuesto el espléndido trabajo del actor Tom Hardy; gran parte de la cinta se vendría abajo si la única cara visible no funciona en pantalla. Hardy es prácticamente un desconocido para el gran público, y es ahora, con "Locke, cuando demuestra que es un actor soberbio al que habrá que seguirle la pista en próximos trabajos; es de esos tipos que pueden aguantar un primer plano de varios minutos de la forma más convincente, sin vacilar un solo instante, absolutamente creíble en cada uno de sus gestos y miradas.
En suma, una auténtica lección de buen cine.