
El poeta extremeño David Escudero Vigara ha publicado nuevo poemario, "Exilio poético en Alejandría", de la editorial Quadrivium dentro de la colección Con-Versos dirigida por Francisco J.Picón. David es uno de los poetas más seguidos en las redes sociales desde hace años. En 2005 publicó su primera novela "Matar al Presidente" y posteriormente el poemario "En qué piensan las hormigas".El libro puede adquirirse en la página web de la editorial, www.librosquadrivium.es Prólogo del libro escrito por Fran Picón Cuando un poeta busca exilio poético puede intentar alcanzarlo en los sofás de un café teatro en el que hibernar su espera pero nos encontramos ante un poeta que no busca inviernos para sus versos, que busca la utopía y, con ella, tocar la fibra al lector que se atreve a navegar por el océano poético de David Escudero Vigara. Exilio poético en Alejandría es un poemario, distinto, con un respeto inmenso por la estética y por el trabajo del poeta. Respetando un estilo tradicional, con una métrica y una rima muy marcada, pero con ese soplo de libertad que la poesía moderna permite a sus autores. Según parece, Alejandro Magno, tuvo un sueño en el que se le apareció un anciano de cabellos muy blancos y que le recitaba insistentemente cierto pasaje de la Odisea: "Hay a continuación una isla en el mar turbulento, delante de Egipto, que llaman Faros (Φάρος)". Cuando se levantó quiso ir a la isla y se dio cuenta de su situación privilegiada y más aún si, por medio de un dique, se la unía a la costa. Entonces mandó traer harina para marcar él mismo el enclave de la futura Alejandría (pues no se disponía del yeso con que solía hacerse) y él mismo dibujó el círculo en forma de manto macedonio. No bien hubo terminado cuando empezaron a llegar desde el río y desde el mar pájaros grandes y diversos que se dedicaron a comer toda la harina esparcida. Cuando vio lo que estaba ocurriendo, Alejandro se turbó muy preocupado pensando que se trataba de un mal augurio. Pero Aristandro, el vidente que lo acompañaba supo interpretar el buen augurio y que el proceder de los pájaros pronosticaba que la ciudad sería tan rica y próspera que podría nutrir a todos los hombres de todas las razas. La Alejandría del sueño de David se descubre verso a verso en sus poemas, desde el primero de sus versos donde ya se declara observador de ese mundo que rueda y gira, y gira, y gira Como en el caso de Alejandro Magno, ese augurio de la rueda que gira (que hace las veces de esos pájaros que comían la harina) es el anuncio de un éxito asegurado pues, al margen de lo que los fríos números puedan decir de este libro, la realidad siempre será que no dejará indiferente a nadie y, por lo tanto, tatuará sensaciones en las pupilas de cuantos lectores se adentren en la profundidad de sus poemas. David nos enseña los ojos de astracán de una rubia que ahora ya es morena mientras reconoce que ya no es el que fue ni quiere serlo ni cumplir de nuevo sus cien condenas. El poeta echa de menos una piel, nos hace partícipes de que va a cumplir sus promesas a la vida, antes de abandonarla; usa la anáfora con gran acierto, como en ese verso que dice: me gusta la señorita del vestido verde, nos hace sentir su cariño y duelo hacia su padre y su recuerdo (un padre que se intuye como un referente no sólo personal, sino también poético); nos canta que morir por ti es lo que quiero Tiene un recuerdo para Anita y sus piernas dulces y, un instante después nos proclama que sueña con ser él mismo; nos hace cómplices de sus temores y de sus llantos o, más tarde nos regala versos tan hermosos como: Sólo creo en Dios cuando escucho a Mozart Sí Madrid no existiese sería el lugar más bello David es un ser pasional, para el que el amor, en todas sus facetas, es un modus vivendi; en cada uno de sus poemas hay un guiño a los sentidos, al deseo, al amor de piel o al amor platónico, pero siempre abanderando la aventura de sentir como forma de entender la vida. La ansiedad de los años hiere y agota Considero que estoy en mi dulce madurez Exilio poético en Alejandría es, también, un poemario de madurez, de asumir el paso de tiempo sin miedo, sin reproches y tratando de sacarle todo su jugo a cada instante que la vida, tan hermosa como cruel, le depare. El poeta proclama la propiedad de su alma y de sus sueños, sueños que nacen en los ojos de la madrugada. Hay, como ya he dicho antes, un continuo canto a sentir la vida, un guiño a la libertad, incluso cuando es con fulana de quién y, hay, sobre todo, en cada una de sus palabras un orgullo hacia sus seres queridos, como en ese poema entrañable que le dedica a su sobrina Sandra. Escudero es también un hombre, un poeta, de su tiempo y no duda en reivindicar, en transgredir, en hacer de su poesía una crítica, una reivindicación social, bien desde la fina ironía jugando con la figura de los Reyes Magos o bien de una forma directa y cruda como en su poema Once de marzo. De una sensibilidad a flor de piel, David es capaz de soñar con tener un sueño y con ello dejarlo todo para enamorarse de su sueño; es tan capaz de sentir que apuesta por morir por el cuerpo de su amada, al fin y al cabo nos dice el poeta: Pensaré que hoy he soñado Que mi vida era un sueño. Nos encontramos en este exilio poético poemas tan autorretrato como el titulado Mujeres en el que proclama sin rubor alguno el amor, la admiración, que Escudero siente por la mujer. Hay poemas de pérdidas, poemas que nos narran noches de pasión, incluso poemas en los que nos habla de su muerte y la tristeza que ésta le ocasiona. Nos pasearemos por la justicia en ojos del poeta, de su visión del mañana, de sus viajes, reales o a través de su imaginación, de su volver al futuro o de sus 39 años pero siempre con ese toque característico de David Escudero en el que, pese a lo que a veces pueda parecer, apuesta por disfrutar de la vida, ese tesoro que sólo nos dura hasta que morimos o hasta que, estando vivos, nos olvidamos de ella. En definitiva, querido lector, Exilio poético en Alejandría es un poemario que excita los sentidos, que apuesta por absorber cada gota del zumo de la vida, que no se avergüenza de las lágrimas ni de los miedos, y, sobre todo, que permite a quien lo quiera leer, hacerlo suyo, a su manera y decidir si apuesta por buscar también exilio poético en la Alejandría de un poeta, maduro en su poética y en su mundo interior. Una aventura digna de afrontar, no se arrepentirá, yo, al menos no lo he hecho. Pd: Un saludo desde Alejandría. Francisco J. Picón

