La Fundación AISGE ha presentado los libros de Miguel Caiceo, Idilio Cardoso, Justo Ruiz, Pepe Salas, Juan Carlos Sánchez y Luisa Valles en una gala homenaje en el teatro Lope de Vega
Seis de los nombres más relevantes que han dado el teatro, el cine y el doblaje en Sevilla durante el último medio siglo han dejado vía libre a sus recuerdos en una nueva edición del Taller de la Memoria de la Escena, un encuentro concebido por la Fundación AISGE para promover la elaboración de libros autobiográficos a cargo de nuestros intérpretes. Con esta nueva remesa de títulos, esta iniciativa que AISGE emprendió en 2007 alcanza su duodécima edición, la primera que tiene lugar en tierras andaluzas. Los artistas que se han animado a escribir sus autobiografías en esta ocasión han sido Miguel Caiceo, Idilio Cardoso, Justo Ruiz, Pepe Salas, Juan Carlos Sánchez y Luisa Valles. Esta iniciativa editorial y para la preservación de la memoria escénica española se presentó en Sevilla hace escasas fechas en una gala sobre el escenario del Teatro Lope de Vega. El delegado de AISGE en Sevilla, José Luis García Pérez, y el otro consejero andaluz de la entidad, José Manuel Seda, presentaron el homenaje, durante el que se proyectaron vídeos en torno a las trayectorias de estos seis actores/autores. A la gala del Lope de Vega asistió el vicepresidente primero de AISGE, Fernando Marín; la actriz y consejera Amparo Climent, impulsora y directora del Taller de la Memoria, y el actor Juan Jesús Valverde, coordinador de estos talleres. Con estos seis nuevos volúmenes, el Taller de la Memoria alcanza ya los 72 títulos: cerca de 11.000 páginas para dejar huella indeleble de lo que fue el oficio de la interpretación en la España del siglo XX. Las entregas autobiográficas que aporta este Taller de la Memoria en su primera edición andaluza son las siguientes: Historia de un sueño, por Miguel Caiceo. A los 16 años comenzó sus estudios de interpretación y, pese a las continuas críticas de un profesor, luego se curtió sobre los escenarios con la compañía Tabanque. Dejó Sevilla por Madrid, donde pasó como figurante por el Teatro Español, actuó a las órdenes de Miguel Narros y conquistó al público de distintos cafés-teatros. La popularidad le llegó en los primeros noventa gracias a su televisiva Doña Paca y una frase improvisada: ¡Yo no tengo ganas de ná ná más que de morirme!. Desde su infancia también ha sido un enamorado del arte en general, hasta el punto de haber regentado una tienda de reliquias junto al Rastro madrileño durante casi tres décadas. También es un enamorado de Chipiona, ciudad que recientemente le ha reconocido con la nominación de una calle.
Por la senda silenciosa de los álamos, por Idilio Cardoso. Abandonó de niño la cuenca minera onubense, durante la juventud compaginó su empleo en el sector metalúrgico con sus interpretaciones para Cuadro del Maestro Dalmau, la formación teatral perteneciente al colegio donde había estudiado. Luego intervino en obras comprometidas que montaron varios grupos de aficionados, pasó por el cuadro de actores de Radio Sevilla y pisó escenarios de toda España gracias a Tabanque y la Agrupación Álvarez Quintero. A finales de los setenta fundó con Angelita Granja la Compañía Andaluza de Comedias y ha estado ligado al CAT desde su primera producción, aunque también ha aparecido en series de televisión y ha rodado cine a las órdenes de Vicente Aranda, Josefina Molina o Jaime de Armiñán.
No se muevan o disparo, por Justo Ruiz. La Cenicienta despertó su vocación a una edad temprana, cuando sus padres le llevaron al Teatro Isabel la Católica granadino, pero su debut con el TEU sevillano le llegó mientras cursaba Filosofía y Letras. A partir de 1968 maduró profesionalmente en la compañía Esperpento, antes de incorporarse a Mediodía, cuyas obras fueron presentadas más allá de los Pirineos. Luis Buñuel, que había inspirado su tesis de licenciatura, le dio en 1977 un papel para la película Ese oscuro objeto de deseo. A finales de 1990, tras ocho años sin actuar, retomó esa faceta de la mano del CAT. Impresionado desde siempre por los grandes centros europeos de Arte Dramático, ha aprovechado su puesto de profesor en las escuelas de Málaga y Sevilla para revolucionar la formación.
En Málaga nació mi sueño, por Pepe Salas. La escuela de Arte Dramático de Guillermina Soto fue su particular oasis en medio del desánimo que invadía la España de la posguerra. Aquella etapa como alumno le sirvió para aprender la profesión, pero también para exhibir su talento ante el público de muchos pueblos malagueños. A lo largo de los sesenta representó con la compañía de Ángeles Rubio-Argüelles un centenar de piezas: zarzuelas, operetas, clásicos de grandes autores... Tuvo la oportunidad de triunfar en Madrid junto a Ángel de Andrés y Paquita Rico, pero se despidió de los escenarios durante 26 años, un tiempo en el que cuidó de su familia y atendió varios negocios. En 1994 subió el telón del Teatro Cervantes con un monólogo largamente ovacionado, así que semejante acogida le animó a unirse a series de Canal Sur, como la emblemática Arrayán.
Como si hubiera vivido, por Juan Carlos Sánchez. Aunque estuvo a punto de ponerse la bata de doctor, dejó los estudios de Medicina en cuarto curso para dedicarse a la actuación, cuyo veneno había probado a los 17 años con el montaje Proceso a Jesús. Dio sus primeros pasos en Tabanque, que le descubrió las penosas condiciones propias del teatro independiente y le subió a las tablas con más de 20 títulos, pero pronto estableció con algunos colegas la rompedora compañía Esperpento. Además de intérprete, entonces también probó suerte como director, una faceta que ha desarrollado en numerosas formaciones: Teatro de Repertorio, La Castaña Pilonga, Los Ulen, Valiente Plan!... Tras un trienio en Madrid, donde debutó ante las cámaras de cine y televisión, volvió a Sevilla para trazar las líneas maestras de lo que después sería el prestigioso Instituto del Teatro. Allí fue profesor durante casi dos décadas y, como introductor de la Commedia dellArte italiana en España, desarrolló el taller de las Máscaras Contemporáneas.
Mi vida, mi vocación, por Luisa Valles. Aunque de niña ya escribía obras teatrales y montaba funciones domésticas con sus compañeras del colegio, tardó bastante en hacer realidad su sueño de ser actriz profesional. Dueña de una concurrida papelería y siempre pendiente de su familia, dedicaba el poco tiempo libre a escribir los poemas que más adelante recitaría en la tertulia literaria Noches del Baratillo, donde el director de Giraldillo de Comedias se fijó en ella. A finales de 1983 se unió a ese grupo para representar entremeses de los hermanos Álvarez Quintero y en 1986 creó su propia compañía, Alhoja (hoy La Platea), cuyas propuestas han aplaudido incluso niños y militares por diferentes provincias andaluzas.