No siempre es fácil que los hijos entiendan a sus padres o los padres a sus hijos. Sobre todo a partir de una edad, soberbia por naturaleza, en la que los hijos creen no tener que aprender nada.
Pero si el encuentro generacional es complicado en terrenos meramente cotidianos y naturales de la vida, aquellos que suelen ser esperados, esos que se te van a presentar más tarde o más temprano, no digamos ya el mérito que tiene salvar posibles desniveles en lugares más específicos y nada comunes. Permítanme citarles un caso de extraordinaria correspondencia entre un padre y su hijo: el caso de Raphael y Jacobo Martos Figueroa, para destacarles la comprensión del hijo hacia su padre como artista.
Escribí en los días de la pasada Navidad un artículo sobre el videoclip que el cantante había llevado a cabo con una nueva versión de El Tamborilero. El tacto y la sabiduría habían ideado y unido las diferentes secuencias. Me extendí entonces lo suficiente en admiración y halagos, y por eso mismo remito ahora a lo dicho si alguien necesitara el precedente de estas líneas. Me pregunté en voz alta quién había hecho con tanto gusto el videoclip de Raphael, una auténtica exquisitez en fondo y forma. Y fue la propia Natalia Figueroa, que siempre me distingue con su consideración -y hasta con su emoción por lo que escribo de su marido- la que me aclaró directamente mi pregunta:
-Qué bonito!!! Qué belleza de texto, querido José María! Una vez más me emocionas. Y te felicito, aplaudo tu forma de escribir.
¿Sabes quién ha hecho el video del Tamborilero? Pues Jacobo Martos Figueroa. ¡Cómo me alegra que te haya gustado! A mí me encanta (pasión aparte). Creo que su idea y realización han sido estupendas, y su trabajo es de una gran sencillez, originalidad y elegancia.
Pasión aparte, amor aparte, querida Natalia, te doy toda la razón.
Lo del primogénito Jacobo Martos Figueroa no es tan fácil como podría suponerse, por mucho que Raphael sea su padre. No todo el mundo más próximo a su entorno artístico ha sabido entender a Raphael. Me callo ahora nombres. Y hay que tener un concepto muy completo del artista para haber concebido con tanta lucidez los términos tan precisos en los que Jacobo Martos ha realizado su trabajo, las dimensiones exactas que necesita su padre, las emboscadas justas a las que lo ha sometido ante la cámara. Guarda una distancia de cuidado extremo con su progenitor. Raphael es un puro exceso expresivo al que su hijo muestra en el término medio de la mejor virtud, en la línea sutil en la que ni deja a Raphael corto -extraño y disminuido en su acusada personalidad-, ni permite que se le pase.
Precisamente por ser hijo de Raphael, el director Jacobo Martos hubiera podido padecer todas las inercias para equivocarse o, como poco, para no proceder con tanta inteligencia. Pero diría que habita con naturalidad en la agitada atmósfera de una estrella, diría que no lo apabulla ni Raphael, y diría también que, en su esfera personal, lleva muchas horas de vuelo en la reflexión, en la templanza y en la serenidad. Esa es su marca y su mejor actitud al servicio de la conducta emocional propia de Raphael.
Y está clarísimo que Jacobo Martos se ha puesto al día con su padre, documentado al máximo de todos los antecedentes artísticos del internacional cantante. En el videoclip han quedado las pistas de ese conocimiento. Tiene una conciencia clara del prestigio de su padre en la actualidad, pero también una noción conjunta de trayectoria de más de cincuenta años. Esto no era forzosamente asequible. Quiero decir que cuando este niño nace en 1973, la carrera de Raphael está más que consolidada en todo el mundo y su estilo absolutamente definido. Y que este niño no fue obviamente ni el maestro Gordillo, ni su hijo Paco, ni Bermúdez, ni Juana Biarnés, ni Maribel Andújar, ni Tocildo, ni Mario Camus, ni Coquatrix, ni José María Quero Pero, sin embargo, Jacobo Martos plantea y enfoca el videoclip de Raphael como si procediera mentalmente de aquel clan original de diseño, adecuado a la premeditada carrera de su padre, donde no quedó al azar ni la ph del universal nombre. Por lo tanto, en el año 2013 Jacobo Martos ha acertado plenamente reincorporando a Raphael a una canción clásica y decisiva como El Tamborilero, recreándolo y devolviéndolo magistralmente desde el presente a su origen.
Con frecuencia se ha manifestado el cantante como un buscador de su gran papel en la gran pantalla, aguardando la ocasión de su mejor y más definitiva película. ¡Cualquiera sabe lo que puede pasar nunca con Raphael! Sus entrañas artísticas encierran como un Lago Ness por el que en cualquier momento, el más inesperado, puedes sorprenderte con el asomo de la cabeza del monstruo. Si llegara esa película con la que siempre soñó, creo que Jacobo Martos sería el director más adecuado para milimetrar las mayores posibilidades de Raphael en el cine. Jacobo Martos Figueroa entiende -y mucho- de Raphael.