
Mama. Canadá-España, 2013. Director: Andrés Muschietti. Guión: Andrés Muschietti, Barbara Muschietti y Neil Cross. Fotografía: Antonio Riestra. Música: Fernando Velázquez. Actores: Jessica Chastain, Nikolaj Coster-Waldau, Megan Charpentier, Isabelle Nélisse, Daniel Kash, Javier Botet, Jane Moffat, Morgan McGarry, David Fox, Dominic Cuzzocrea.
De entrada, no es fácil creerse los primeros minutos de esta historia; un hombre de negocios lo pierde todo en una crisis bursátil, dispara a dos compañeros de trabajo, asesina a su mujer y huye en coche con sus dos hijas pequeñas; el vehículo se sale de la carretera en plena nevada y acaban llegando a pie hasta una cabaña aislada; su intención es matar a las niñas y luego suicidarse, pero inesperadamente aparece un fantasma y elimina al hombre. Cinco años después, su hermano continúa organizando batidas por el bosque para encontrar a los desaparecidos (¿cinco años de búsqueda? ¿nadie se ha topado con la cabaña en todo este tiempo?). Una de esas batidas encuentra el coche accidentado y le dan a un perro, para que lo huela, un peluche que perteneció a las niñas; el perro les conduce hasta la cabaña (¿puede un perro seguir un rastro de hace cinco años?, ¿las niñas huelen igual que entonces?, menuda nariz la de ese perro). Las niñas, por supuesto, están vivas, sabemos que un fantasma ha protegido y alimentado a las pequeñas, pero los adultos de esta película no lo saben, y nadie se pregunta cómo es posible que dos niñas, de tres y un año, sobrevivan durante un lustro en una cabaña en el bosque.
Las pequeñas salvajes, de aspecto y modales animales, acaban siendo acogidas por su tío y la novia de éste. El problema es que el fantasma se ha venido con ellas, y a partir de ahí tenemos una película que hemos visto miles de veces: una familia atemorizada por un espíritu maligno y un misterio que hay que resolver para vencer al fantasma; se trata de averiguar a quién pertenece ese espíritu y por qué incordia tanto (a veces, el que investiga es un personaje secundario que sabemos que morirá a mitad de película). Casi todo es tópico y previsible en esta cinta que funciona con mecanismos archiconocidos en el género, incluyendo unos cuantos sustos repartidos a lo largo de la historia.
Sí es cierto que está bien filmada, que algunos de esos golpes de efecto logran que demos un pequeño salto en la butaca, y que hay momentos en los que llegamos a sentir miedo. Lo mejor es cuando el fantasma se muestra con sutileza, cuando apenas le vemos y su presencia se intuye de forma inquietante (hay un par de secuencias muy acertadas). Pero cuando se nos muestra a las claras, todo pierde su gracia, y la parte final es patética, con un muñecote infográfico que provoca la sonrisa.
El principal problema de Mamá es que ya hemos visto demasiadas películas en las que un espíritu maligno le hace la vida insoportable a los habitantes de una casa; también hemos visto muchos monstruitos del cine de terror japonés, con cabello alborotado y movimientos acelerados, y lo de andar a cuatro patas o moverse por el techo también está superado desde los tiempos de El exorcista.

