Me encuentro en Facebook esta foto que me emociona. La ha puesto Juan Mellado, el periodista maestro o maestro periodista. El que en los años de mis primeros discos cuidaba la cobertura informativa de este cantante en el que creyó tanto y aún sigue creyendo, como si él presagiara que las mejores cartas aún no se han puesto sobre la mesa de esta partida que es vivir. Puede que quede un as en la manga, ¿quién sabe, ahora que escribo canciones con sabor a tiempo y se dirán con una voz que jamás tuve de sal y de oleajes y paz del horizonte?
Juan Mellado me acercaba a las buenas gentes de la costa de la luz a través de las páginas del Diario de Cádiz y del Diario de Jerez. Y a través de la radio, cómo no, la radio; la hermosa radio viva y verdadera por naturaleza, mucho más que la televisión, dónde va a parar.
Juan Mellado lo hacía todo desde Chipiona. Era nuestro lugar de encuentro para las entrevistas y las sesiones de fotos junto al famoso faro. Y fue allí donde me presentó a Rafa Guerrero, otro periodista de relevancia, el que está a mi izquierda en la imagen, y al que también debo gran apoyo y ayuda para hacer mis sueños realidad. Uno de ellos fue actuar en las fiestas del Moscatel.
Desde que era un niño había oído hablar de la presencia allí de los mejores artistas, lo mismo que en París acudían al Olympia. Quería curarme aquella vanidad de cantar en Chipiona y en el sancta sanctorum de su famosa feria; y era consciente de encontrarme entre quienes podían hacerlo posible. Ellos me alegaron el obstáculo que representaba poder pagar mi caché; pero el dinero nunca ha sido el gran móvil de mi vida. Salí a mi abuelo en eso, era la generosidad en persona. Estaba loco por cantar en Chipiona, a pocos días de salir la universal Virgen de Regla.
-¿Cuánto hay para mí? Pues ya está, que canto en el Moscatel.
Entre una lucha y otra, a través de una carrera tremendamente difícil -como todas las carreras musicales-, me estaba pasando lo mejor: tener amigos. A mí Chipiona me suena sobre todo a eso, a amigos, a grandes amigos como Miguel Gallardo, Marina Bernal, Miguel Caiceo, José Ignacio Mena y su mujer, Emilia
Cada día y cada noche en Chipiona dan para tantas palabras como latidos. Son muchos. Aquel domingo en que me llevé en el coche de Marina Bernal a Laura y a Pepa, de la revista Lecturas, y no recuerdo ahora porqué, yo tuve que meterme por la puerta del maletero. No tuve precaución tomando el sol, no me puse crema protectora, y me tiré la madrugada con la barriga ardiendo como si fuera un horno calentando una pizza. También fue memorable una cena de todos con la popular y trianera Anselma (porque Anselma siempre es memorable). Y un desayuno con Rocío Carrasco. ¡Qué me gustaba, qué guapa! Pero, al verle en el cuello una señal de beso de aquellos que debe dar Drácula antes de darse un homenaje, presentí que ya la rondaba el que después resultó ser Antonio David. Y son inolvidables las inauguraciones oficiales de las calles dedicadas a Gracia Montes y a Juana Reina, moviendo Juan Mellado los hilos difíciles de los reconocimientos. Y la época de las tiendas de Miguel Gallardo y sus camisetas veraniegas, preciosas, que se las ponía todo el mundo. Y, sin ir más lejos, hace poco, la presentación de la novela La última noche, del médico Francisco Gallardo, en el castillo. Lo que nos pudimos reír para hacer ese viaje juntos Marga, Ana y Valle.
Mi querida Gracia Núñez hizo esa foto y otras. Yo no la tenía. Me queréis tanto que me dejasteis sin ella a la hora del reparto. Os la agradezco emocionado desde el sobresalto de contemplarla, al cabo del tiempo, como un espejo de mi suerte, mi inmensa suerte de haberos conocido haciendo el camino al andar con un buen puñado de ilusiones de cantante. Hemos de repetirla aunque sea irrepetible. Quiero que salgan con nosotros, cuando presente mi nuevo disco junto a mis hijas, Marta y María. Y que seamos seis, para llenarla de juventud y de futuro de más días en Chipiona, llamando a esa gran periodista que es Lola Rodríguez.
Y no tiene precio, amigos, que esta de aquel año, ante el mar, los tres felices, muy felices, me haya llegado en los momentos difíciles de España como si, mientras paseaba la playa de Regla, el ribete blanco de la espuma del agua me hubiera mojado los pies. Ha sido como una ola. Un abrazo. Pepe.