Francisco Gallardo recrea en 'La última noche' la vida de Sarah, nieta de un famoso médico almohade que ejerció la profesión en Al Andalus.
Córdoba califal, Granada nazarí «Y Sevilla almohade», completa el médico y escritor Francisco Gallardo la trilogía de grandes ciudades de Al Andalus. Parece que a todo el mundo se le olvidan esos años de la ciudad del Guadalquivir «y en parte para recordarlos he escrito 'La última noche'. La presencia almohade sigue muy viva y de hecho estamos preparando un itinerario sobre ello. Los lectores me escriben comentando que no sabían muchas cosas, que esa época está muy velada», explica quien fuera también jugador de baloncesto y desarrollara su carrera en el Caja San Fernando.
Para entrar en 'La última noche' (Algaida, V Premio Ateneo de Novela Histórica) hay que situarse bien. La Sevilla del siglo XII nunca mira hacia el norte. Todo es sur y la civilización y la cultura existen para los sevillanos, musulmanes, más allá del Estrecho. Marrakech, Damasco, incluso la lejana Bagdad. «El flujo de arquitectos, albañiles, expertos en Derecho y Medicina, filósofos, era constante entre ambos lados del Mediterráneo», describe Gallardo. «La Giralda, el Alminar, es muy similar a la Koutoubia de Marrakech, que era la capital de la corte almohade. Al ritmo de los botines de guerra se iban construyendo las dos ciudades». En Sevilla, por entonces, se conoció la Edad de Oro de la Medicina en Al Andalus. Averroes, Maimónides y Avenzoar dieron forma al cuerpo teórico y práctico de este saber, «y sus libros, traducidos al latín, fueron los libros de los estudiantes de Medicina europeos hasta el siglo XVII».
Averroes, el filósofo -que murió en Marrakech atropellado por un carro; «qué muerte tan absurda para un intelectual como él», se duele Gallardo-, pidió a Avenzoar que escribiera un libro más práctico. Y de práctica este sevillano, de larga estirpe de médicos, sabía mucho. Tanto que además de tener una escuela para enseñar sus saberes, fue el maestro de su nieta, la protagonista de 'La última noche'. «Las mujeres no podían estudiar y apenas queda rastro de ellas. Pero Sarah y su madre fueron médicos. Sarah fue lo que hoy sería una ginecóloga. Trataba a niños y mujeres, el origen de la vida. Por eso digo que mi novela, pese a todo, es muy vitalista, muy sensorial. Ella apostó muy fuerte por la vida, por la independencia y el saber».
Sarah es un misterio para la historia. «Se sabe que existió, y todos los datos históricos que envuelven su trayectoria en esta novela son ciertos. Pero no hay más huella de ella. Las mujeres tenían prohibido estudiar y escribir. Ponerme en su pellejo y describir cómo vivió todo aquello ha sido todo un reto», concluye el escritor.