Durante años, desde que murió Franco, nos fuimos repitiendo a manera de aconsejable advertencia que los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. Rajoy ha sido un peligrosísimo desmemoriado. Y está provocando que se reproduzca el viejo esquema de la desesperación.
Gordillo saquea supermercados y ocupa sucursales bancarias. Lleva el mando teledirigido de los jornaleros del campo. Se puede decir lo de ¡otra vez este, cómo no!. Pero lo cierto a fin de cuentas es que, con Gordillo o sin él, vuelven a darse los irremediables tics de la necesidad.
Gordillo no es una ficción. Hay cerca de seis millones de parados. Y el resto, va tirando como puede sujeto a los salarios gravemente esquilmados por los recortes de un Gobierno que ataca las causas del problema donde ya sabemos todos que no está. Gordillo es en todo caso un avispado que se las veía venir y ha querido aprovechar aquello de que el que da primero, da dos veces. Gordillo no es Guillermo Tell; es en todo caso un handicap de alcalde demagógico, pero desde luego un símbolo que señala con el dedo lo que puede llegar a ser la simple inercia de una sociedad al límite del aguante.
Esa sociedad apenas va a esperar que los últimos en llegar de las vacaciones deshagan las maletas. Por ejemplo, hoy mismo los peluqueros de Sevilla, a través de su Asociación Provincial, van a encadenarse en la Puerta de Jerez a las nueve de la noche. El esperado septiembre caliente ha prendido ya su fuego incluso por los últimos días de agosto.
El pueblo empieza a sacar los símbolos eternos de las pasadas épocas en que fue atenazado por el poder. Y este de las cadenas no deja de sugerirme, con lo que el Gobierno está haciendo con nosotros, que la derecha conservadora ha engendrado al Partido Popular marxista leninista, para el que el ser humano no es más que un eslabón en la cadena de producción. El hombre considerado una simple pieza del engranaje bestial del nuevo totalitarismo europeo.
Voy con los peluqueros y con quien haga falta a tomar las calles. Hasta un hombre de la categoría de Federico Mayor Zaragoza ha recomendado manifestarnos sin cesar por tantos atropellos.
Ha pasado el tiempo en el que la prudencia nos dio más argumentos que la acción popular. Ha pasado el tiempo en el que la tolerancia fue más conveniente que la intransigencia y la obediencia más que la rebeldía. ¿A quién obedecemos ya en realidad? ¿A un grupo de privilegiados políticos y banqueros, tan cínicos como insensatos, que exigen la entrega de nuestro injusto sacrificio llevándonos por la fuerza de los decretos hasta despeñarnos?
Cuando se atenta contra la dignidad humana como se está haciendo, empezamos a ostentar el derecho a desobedecer las leyes igual que lo hace un objetor de conciencia en los casos que procede.
Rajoy debería decir la verdad. Por una vez al menos. Aunque fuera en una última hora de vergüenza y honestidad que no ha tenido antes. Dígala, Rajoy: ¿España es del Gobierno, España es aún nuestra?
Las redes sociales, de momento y si no son secuestradas en los próximos días, extienden sin cesar la pólvora de una crispación de millones de parados a los que se van a ir sumando, con las despiadadas cuentas de un Gobierno sin rumbo (esto lo dice ya hasta el director de ABC), más desempleados. Es lo que temen con razón, entre otros muchos sectores profesionales, el de los peluqueros, que pasarán a soportar la abusiva subida del IVA desde el 8 al 21 por ciento, previendo que tengan que cerrar la mitad de sus salones. La subsistencia terminará siendo un lujo de pocos.
Rajoy ha convertido al Partido Popular, incluso en los casos más honrosos, en una formación que irá siendo paulatinamente castigada en las sucesivas elecciones. Hasta con el idioma autonómico o municipal hablarán las urnas. Sin ir más lejos, en Sevilla habrá fulminado al tiempo, por lo que oigo a la gente- la alcaldía de Zoido como en Andalucía trituró, con sus mentiras de noviembre a marzo, la victoria cantada de Arenas.
Habría que reformar urgentemente, con la misma prisa alemana que él se da para debilitar salarios, ya de por sí debilitados, la Ley Electoral: porque de ahora en adelante no deberían quedar más impunes, como Rajoy, quienes estafen los votos recibidos, quienes incumplan sus promesas electorales más fundamentales y decisivas para ganar.
Aquellos votos de noviembre, por más que el presidente que no preside quiera presumir, están ya vacíos de contenido. Se lo dice alguien que le votó y se lo dirán, más tarde o más temprano, millones de electores en mi caso. Esta gigantesca burla en España será inolvidable cada que volvamos a votar. Y a Rajoy, seguro, como político, se le va a caer el pelo.