En cada Feria están todas las ferias, lo mismo que en cada año están todos los años. ¿Qué es una vida sino llevarla entera a cuestas? ¿Qué es mirar sino verlo todo a la vez, lo que está y lo que estuvo? La de cosas que pasan ante los ojos de un sevillano con su presente y su pasado. En su idílico romance con Sevilla, ha llegado a decir Carlos Herrera que por llegar siendo ya joven a nuestra ciudad desde su Almería natal, envidia de los sevillanos que sepan decir lo que en un sitio había antes de lo que hay ahora; por ejemplo, que ultramarinos Marciano estaba en la calle Lineros y la Librería Sanz primero en Sierpes y después en la de Granada. Que donde en La Campana ahora está Zara, antes estaba la Farmacia Central. O donde en el chaflán que ocupan los zapatos de Nicolás, entre San Eloy y O´Donnell, estaba el Bar Flor. Y eso son los comercios, no digamos la gente y hasta nuestras propias vidas.
En la Feria, a ciertas horas, no cabe un alfiler. Pero también La Feria está repleta de ausencias y nostalgias; a veces, ya no hay sitio para una más, o se desborda por el lagrimal una emoción incontenible de recuerdos. Es en ese momento en el que a todos nos han cantado, en una noche de juerga, coplas que nos han matado.
El artículo de servidor sobre Fernando Parra echándolo de menos en su caseta de La Buena Gente -así, con mayúsculas de su familia-, propició el pasado lunes y en cuestión de unas horas miles de visitas registradas en nuestro diario digital; miles de visitas y correos afectuosos que hasta ahora sólo se me habían dado en el caso de lo que escribí sobre el actor Paco Valladares. Uno de esos correos lo envío la historiadora de arte Yolanda Olmedo, que imparte sus clases en la Universidad de Córdoba. Mis palabras sobre Fernando Parra abrieron el baúl de los recuerdos de las fotos que tiene Yolanda de sus padres en una Feria del Prado que siempre vivirá junto a la de Los Remedios.
Sí. La Feria no sólo está en Los Remedios, no sólo llega hasta Tablada: la Feria llega hasta El Prado. Cada Feria es la última y las que pasaron. Cada Feria es un nuevo bebé en carrito y nuestra infancia de tatas y payasos en el Labradores. Cada Feria es un AVE más descargando visitantes y el legendario Pepe el escocés. Cada Feria son los bloques de la avenida de Carranza y las altas torres de la Plaza de España. Y el ¡A bailar! de Los Cantores y el adiós de Los Amigos de Gines, por no llegar a los Toronjo. Y el ratón vacilón y el látigo. Y el rebujito y el fino. Y la conquista de la juventud y el matrimonio de la madurez. Cada Feria. Siempre nueva y siempre eterna Como este retrato en blanco y negro de los padres de Yolanda, que al conjuro de la nostalgia por Fernando Parra, imparable animador y anfitrión de La Buena Gente, vuelve a ser al cabo de tanto tiempo la estampa de una Feria lozana y feliz por la que los años, aunque lo parezca, no pasan.