Fran Rabadán ha sido más rápido que los periódicos. Cuando cualquiera de ellos iba descartando paulatinamente las salidas de las cofradías del Martes Santo, ya lo sabíamos hace un rato los agregados a nuestro gran amigo. Era como un programa al revés de aquellos de Orientación, el que inventó seguir los itinerarios de cinco en cinco minutos mucho antes de que la fórmula fuera copiada por la prensa diaria.
Fran Rabadán empezó por El Cerro hasta que llegó al Dulce Nombre. Ni una. Si no supiera que anda su corazón por el Arco, diría que es el reloj de Pamplona. Menudo corresponsal en vivo y en directo. Sólo por su puntualidad informativa podría contar con miles de amigos en su página. Si hay alguien al pie del cañón de la Semana Santa, ese es Fran Rabadán. Más que una página parece que lleva la parcela de sillas de los abonados a Facebook. Pero no en cualquier parte, no en la calle San Eloy -¿alguien ve desde allí algo?-, sino en toda la calle Sierpes junto al Cronómetro, bajo las esferas blancas y exactas -menos una- de Sanchís.
¡Vaya tarde! Es de las de hablar de miles de cosas que fueron otros años y no se han repetido este. La memoria es lo único que nos deja la lluvia por las escorrentías del recuerdo cada vez que nos fastidia una Semana Santa. Y el campo, el bendito y seco campo que siempre sale como consuelo lo mismo que en Navidad sacan el de la salud cuando no toca la lotería.
Un Martes Santo para llorar si no fuera porque se ha ido justo hoy el hombre que tanto nos enseñó a tomarnos la vida con buen humor. Los sevillanos nos entendíamos bien con sus viñetas porque no hay quien nos gane en eso de a mal tiempo buena cara. La misma Semana Santa está llena de anécdotas que lo demuestran. Y lo más grande es que encima son verídicas, como los casos de Paco Gandía. Si esto sigue en plan de agua, me veo el Viernes Santo con el hermano del Cachorro contestando otra vez lo que le dijo ya a uno. Uno que le preguntó de qué cofradía era:
-Yo del Cachorro.
-¿Del Cachorro? Pero El Cachorro casi nunca sale, ¿no? ¿No le llueve casi siempre? ¿No lleva unos pocos de años sin salir?
-Es que él no es mu de calle, mire usted, no es mu de calle.
¿Y lo del fraile venido de México para conocer la Semana Santa? Cuando La Macarena pasaba por Sierpes varios nazarenos de la Junta de Gobierno lo acercaron hasta delante del paso aprovechando una parada. Al ver el fraile la cara de la Virgen comentó asombrado en voz alta:
-¡Dios mío! Si esta así ¡cómo será la del cielo!
A lo que uno de los macarenos próximos replicó:
-¡Peor, la del cielo peor!
Verídico también el diálogo en un Lunes Santo de mi compadre Miguel Caiceo con un amigo que se encontró en la calle:
-¡Qué Domingo de Ramos el de ayer! ¡Qué categoría! ¿Se puede aguantar el arte de ese Domingo de Ramos? Hay que ver esa Hiniesta, y ese Cristo del Amor ¡Y La Estrella! ¿Dónde me dejas La Estrella? ¿Se puede ser más bonita que La Estrella?
-¡Y llorando, Miguel, encima llorando con lo feos que nos ponemos llorando!
José María Fuertes