Lo mejor que puede hacer un mito es venir por Sevilla. Donde más acorde se encuentra una leyenda es en la ciudad de la que se cuentan tantas. Pero el mito debe marcharse envuelto por la misma magia con la que llegó. Y la magia es un factor de tiempo. La Cenicienta tuvo marcada la hora a medianoche para agotar los justos minutos que dura una fantasía, antes de que la carroza, desvanecida entre efímeros brillos, volviera a ser calabaza.
Alain Delon ha pasado por aquí siguiendo las pautas exactas del reloj de las estrellas. Todos aquellos que lo son verdaderamente, saben la medición precisa para largarse en cuanto los demás puedan descubrir que los astros son humanos. El apoderado de un famosísimo torero me decía que cuando su pupilo se daba un baño de multitudes, lo retiraba llegado el momento en el que los admiradores podían comprobar que era de carne y hueso. Delon conoce las reglas al dedillo y, por si fuera poco, ha tenido como anfitriona a Silvia Peris, que se las sabe todas para tomarle el pulso al glamour.
El carismático actor ha visitado como invitado especial, junto a Sara Baras, el Salón Internacional del Caballo (un año más y un éxito más, un rotundo éxito de asistencia y cuentas bien cerradas hasta en el peor año de la crisis). La muestra nos tiene acostumbrados a esperar en cada edición figuras colosales del espectáculo que, si no fuera por el Sicab, muy difícilmente se hubieran colocado una vez siquiera ante nuestros propios ojos: Bo Derek, Daryl Hannah, Charlton Heston, Gina Lollobrigida Ante nuestros propios ojos he dicho y hasta en la distancia cortísima del atrevimiento. Nunca olvidaré la fiesta en la que intenté convencer a la mujer 10, a la Derek, para que bailara sevillanas conmigo. Uno no es que sea digno de tal exhibición danzarina. Sólo perseguía dar la vuelta al mundo con ella en una foto bien exclusiva de la Derek por sevillanas. Fue inútil entre su resistencia tozuda y mi rudimentario inglés. Levantarle los brazos como si yo bailara para que interpretara mis deseos no llegó a seducirla ni en un mínimo arranque. Pero hasta contarlo como anécdota ya me gusta y le gustaría a más de uno. Por cierto que algún día, y respecto a un episodio propio referido a la actriz cañón, contaré hasta dónde llegó para conmigo la caballerosidad y elegancia de un tipo único llamado Tomás Terry.
Delon tiene setenta y cinco años, pero quien tuvo retuvo. Está sin novia, aunque dice buscarla en Sevilla. Sabe dar titulares y hubiera dicho lo mismo de Cuenca si llega a encontrarse allí. No le faltarán, sin embargo, aventuras. Y supongo que está en la edad adecuada para recordar lo que dicen en estos casos los franceses, sus compatriotas: si la juventud supiera y la vejez pudiera.
Después del Sicab, con Alain Delon prodigándose en galanterías para con la Duquesa de Alba -que le entregó un premio-, el eterno galán se trasladó al Restaurante La Raza, en el emblemático Parque de María Luisa. No cabe duda de que la relaciones públicas del grupo hostelero, Monserrat Ligero, ha revalorizado un lugar único por su emplazamiento y exquisita gastronomía. Y como en la canción de Manuel Alejandro, no se rompió la noche en La Raza. El restaurante se ofrece junto a la flora del universal parque como un fanal luminoso inigualable que, al que pasa por fuera, le deja entrever por los amplios ventanales un puro ambiente de privilegiados por el embrujo. Por si fuera poco, los focos exteriores del amplio local invitan a las plantas más próximas a sumarse al hermoso conjunto. Con eso, también los que se hallan dentro no pierden de vista su suerte.
Entre los afortunados quiero citar primero a las mujeres: María José Bernárdez, Fátima Álvarez-Ossorio, Raquel Revuelta, Mercedes Vázquez, Juncal Rivero, Paloma Barrientos, María Rosa Sin olvidar a Marina Bernal, la maestra en este tipo de renglones, crónicas y testimonios gráficos. Y entre ellos cómo no citar a Jaime Molina, el director general de ese largo nombre cuya asociación se encarga del caballo de pura raza española. Debo a Jaime mis disfrutes en las fiestas del Sicab o que me mande los pases de honor para un servidor y sus hijas; pero lo que más me gusta del Molina es que me presente en todas partes como su hermano mayor. Eso es más que afecto y no tiene precio. Así lo hizo con César Augusto Lacayo, de Nicaragua; Roberto Federspiel, de Costa Rica; y Alberto Shutte, de México.
Sin que el orden de las presencias altere el producto, también estuvieron el alcalde Zoido, Tony Benítez, Rafael Peralta, Pepe Sanz, Ricardo Castillejo, Antonio Burgos (alguien se me olvidará o yo no vi, seguro). Y el rutilante protagonista de El gatopardo, el amor de Romy Schneider, el marido de Natalie Delon, el conquistador de Mireille Darc Lo encontré junto a mortales, igual que él; pero sin dejar de ser un mito llamado Alain Delon.
José María Fuertes