
Título original: Carnage. Francia-Alemania-Polonia-España, 2011. Director: Roman Polanski. Guión: Roman Polanski y Yasmina Reza, sobre la obra teatral de Yasmina Reza. Fotografía: Pawel Edelman. Música: Alexandre Desplat. Intérpretes: Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly.
Si Mahoma no puede ir a la montaña, haz que la montaña venga hacia él. Si el director Roman Polanski no puede ir a Estados Unidos, por su acusación de violación a una menor, hace que los actores de Hollywood vengan a él para rodar en Europa. Y de esta forma consigue financiación de cuatro países diferentes (entre ellos España) y consigue que crucen el charco Jodie Foster y John C. Reilly. Ambos forman un matrimonio cuyo hijo de 11 años ha sido agredido por un compañero de colegio. Los padres del agresor son la británica Kate Winslet y el austríaco Christoph Waltz. No hay más actores en esta película, y ni falta que hace. Y como escenario, casi exclusivamente la sala de estar del primer matrimonio que recibe a los progenitores del pequeño demonio que le ha roto dos dientes a su pequeño. Todo comienza con una conversación educada entre personas civilizadas, para abordar con sensatez el problema de un acto violento entre niños. Pero la formalidad y los buenos modales empiezan a tambalearse de forma progresiva y dan paso a los instintos más primarios del ser humano, es decir, sale a relucir todo aquello que hemos cubierto con una capa de barniz social; es lo peor de nosotros mismos: el egoísmo, la hipocresía, las falsas apariencias, la ira que a veces no podemos dominar,... Polanski es como un entomólogo que analiza y disecciona sin piedad a estos cuatro insectos atrapados en un habitáculo, y para ello se ha basado en la exitosa obra teatral de Yasmina Reza (Premio Tony a la mejor obra teatral de 2009 en Broadway), y cuya autora ha colaborado en el guión de esta película. Cuatro actores y un único escenario. ¿Teatro filmado? Nada más lejos. La narración no adolece en absoluto de ningún estilo teatral, sino todo lo contrario: es puro cine, moviendo con habilidad la cámara entre cuatro paredes, planificando con maestría cada uno de los espléndidos momentos que posee el filme, manejando a sus actores con pericia y marcando el ritmo de la historia al milímetro. Es admirable cómo se calienta el ambiente paulatinamente en un entorno que llega a resultarnos claustrofóbico, y cómo aumenta la tensión dramática minuto a minuto. Un dios salvaje nos hace reír, removernos en la butaca y reflexionar sobre temas tan debatidos como el clasismo, la guerra de sexos o la conquista de peldaños en la escala social a cualquier precio. Además, Polanski ha sabido rodearse de cuatro actores formidables que han disfrutado con un texto excelente, y eso se nota en cómo se entregan a fondo en cada uno de sus respectivos personajes y le dan al director lo mejor de sí mismos.

