Ya he recibido tu recado. Siempre me lo mandas. Con quien sea o como sea. Tú te encargas de que me llegue. Puntual. Cada año. Que no te falte ni desde el mismo momento refulgente de tu primer alumbrado. Ya me quieres allí contigo. Y allí estaré, descuida, hermosa Feria de Abril de Sevilla.
Despampanante, imponente, exultante se me acaban contigo las palabras. Eres la vida en pura exhuberancia. Una generosidad a prueba de cualquier reserva. Has tirado la casa por la ventana en colores, luces, señorío, belleza y tronío. No hay otra como tú. Y lo sabes, pero no lo dices se ve sin presunciones ni arrogancias. Es que está más claro que el agua. Y te yergues sin empinarte de tal forma sobre el mundo, que contigo no puede estos días ni el Empire State de New York.
Tu primer apellido es alegría; y después todos los que se quieran del raro abolengo de la felicidad.
A lo mejor te voy contando por mis enamoradas letras en cada jornada que pase contigo o ¿quién sabe si ya no regreso a la cordura ni a sentarme ante un ordenador hasta que suelte tu cintura, hasta que acabe el apasionado beso de nuestro reencuentro o hasta que deba despedirme de ti a la fuerza sólo porque, antes que yo, sepas despedirte tú?
No se puede ser más guapa, chiquilla. No se pueden tener mejores hechuras que las tuyas. Y el aire con te mueves en la filigrana increíble de tus brazos. ¿Qué me dicen tus manos cuando bailas? ¿De qué hablan allá arriba cuando se elevan alcanzando el poderío de lo sublime? ¿Es todo para ti, para hacerte aún más indescriptible; o va a desparramarse algo para mí desde el espacio de gloria de tus gráciles muñecas?
Cuando te vea de nuevo esta noche, mi niña, qué de recuerdos contigo y, otra vez, qué de futuro cabiendo en una semana. Dicen que eres efímera. ¡Maldita mentira! Tú eres parte del alma de este extraño e indescifrable lugar llamado Sevilla. Y el alma es inmortal.
José María Fuertes