Lucentum Alicante consiguió el ascenso. El objetivo alicantino se cumplió en una dramática final que llevó la incertidumbre hasta los últimos segundos. La temporada Adecco LEB Oro tuvo un extraordinario colofón con una final inolvidable y en medio de un ambiente fabuloso. Melilla Balocesto rozó el sueño y se quedó a las puertas de un éxito sin precedentes.
A los pocos minutos de iniciarse la final ya se pusieron en evidencia los detalles de calidad, física, técnica y táctica que han llevado a estos dos equipos a luchar por el ascenso y también los factores diferenciales que podían condicionar la final. Tres triples iniciales de Lucentum, Andriuskevicius, Urtasun y Carzorla ante la imposibilidad de entrar en la zona minada de Melilla. Una velocidad en la transición ofensiva que superaba la intensidad y consistencia defensiva que caracteriza a ambos equipos. El equilibrio dentro-fuera se convertía en elemento esencial para encontrar espacios porque a la envergadura de unos y otros se unía una continua actividad que limitaba los metros de por donde intentar buscar penetraciones. Así los pivots abiertos conseguían canastas vitales para oxigenar a sus equipos. El ritmo desde el primer momento era endiablado y ambos entrenadores rotaban a todos sus hombres antes del final del primer cuarto. Si algo caracteriza a ambas plantillas es la profundidad de banquillo. Y en esos nuevos protagonistas que irrumpían prematuramente sobre el parquet un Guillermo Rejón impecable que tanto por su labor defensiva como por su eficacia en ataque se convertía en elemento esencial para el primer distanciamiento alicantino (25-14 al minuto 10). La eficacia del grupo de Oscar Quintana desde la línea de tres puntos cinco triples junto a los bajos porcentajes en tiros libres de Melilla eran argumentos importantes para la primera ventaja levantina.
En esa calurosa tarde de mayo el Lucentum andaba con una marcha más y Melilla, producto quizás de los nervios y también de la eficacia defensiva de un rival crecido, perdía ese talante controlado que le ha caracterizado casi siempre en esta temporada. Negado en ataque también perdía en el segundo cuarto la consistencia necesaria en defensa y de pronto el marcador adquiría un signo clara y sorprendentemente, por su contundencia, favorable a Alicante (32-16 en el minuto 15). Quedaba por delante mucho por disputar pero las sensaciones en ese momento de partido era que unos andaban mucho más estables que otros. Sensaciones fundamentales dentro de un partido impregnado de la tensión propia de quien se juega gran parte de su futuro. Y quien fuera capaz de controlar esas sensaciones, a quien le traicionara menos el agobio de estar cerca de la derrota o, como sucede muchas veces, demasiado cerca del éxito, sería el más cercano a la victoria final. Al descanso se llegaba con un parcial de 44-33 que dejaba todo muy abierto para el futuro. Porque si bien la ventaja era clara para los alicantinos, ésta no era tan contundente como parecía intuirse mediado el segundo cuarto. Porque Melilla se iba al vestuario con la sensación de no haber estado a la altura del partido pero sin embargo con su corazón todavía latiendo. Estaban vivos pese a ir por debajo en el luminoso. Alicante sin embargo había hecho grandes cosas en la primera parte como para no haber adquirido todavía mayor renta. Tenían la sensación los de Quintana les había faltado el punto de acierto para dejar más tocado al rival.
El domino en los rebotes por parte de Alicante, 22 a 14, el haber impedido que Melilla capturase ni uno solo ofensivo le había dado mucha vida. La aportación de Rejón 18 puntos en 12 minutos se convertía en el factor diferencial. Sin embargo Alicante se había apagado en su eficacia de tres puntos 0 triples en el segundo cuarto y tampoco había aprovechado las muchas veces que visitó la línea de tiros libres 11 de 18 -. Melilla por su parte carecía de referente más allá de las iniciativas de un Cuthbert dispuesto a pelear contra el mundo y un Ciorciari que se soltaba más a medida que avanzaba el partido.
Pero la salida del vestuario de unos y otros fue con los biorritmos viajando en direcciones opuestas. Mientras Melilla daba muestras de no tener la fuerza ni física ni mental para oponer más resistencia aún al rival, Alicante encontraba de pronto en Hill a la verdadera estrella que tiene para alimentar aún más con sus triples la sensación de superioridad. Paco Olmos reaccionaba acertadamente ubicando a Cutberth Victor de tres en una ya casi desesperada búsqueda por equilibrar fuerzas ya el marcador se había disparado en exceso (52-33 minuto 23). Sólo eran sensaciones ya que un parcial de 0-7 (52-40) permitió recuperar algo de vida a un Melilla que para nada estaba dispuesto a tirar la toalla. Al final de tercer cuarto la diferencia se establecía en diez puntos (59-49) tras haber desaprovechado tanto unos y otros oportunidades para acercarse más o alejarse definitivamente. El partido estaba vivo, la Adecco LEB Oro entraba en el último cuarto de una temporada alucinante que tenía en ese dramático partido el mejor de los colofones. Más que nunca entrábamos en el momento cumbre, en la hora de los valientes.
Y de pronto los nervios, la angustia instalada en los dos equipos, la presión por estar cerca del objetivo. El marcador apretándose (59-52 en el minuto 33), las defensas trabajando al límite, los jugadores dejándose la vida en cada acción, los entrenadores con el rostro enrojecido y las aficiones empujando más y más. Héctor García anotaba un triple que hacía temblar la ciudad de Melilla (60-55 en el minuto 35). El partido estaba más vivo que nunca y si durante muchos minutos los rostros delataban un estado de ánimo favorable a Lucentum ahora los gestos cambiaban e los banquillos y la preocupación se instalaba en todo Alicante. Otro triple, este de Ciorciari respondiendo a una defensa mixta planteada por Quintana ajustaba aún más la final - 60-58 - y Hill, maravillosa muñeca la suya, devolvía el oxígeno a su equipo con otro más (63-58 en el 37). Más igualdad a dos minutos del final, 64-60 con Melilla probando una zona de ajustes. Más emoción y drama si cabe con Cuthbert acercando un punto más, 64-61 a 1´44´´. Un triple de Héctor García llevó la máxima emoción situando el marcador 68-66 pero la respuesta de Hill fue decisiva, como en la jornada anterior con otro triple imposible, extraordinaria, ganador. Un triple que valió el ascenso. ¡Felicidades Alicante!
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