Me llamo Ángel Andrés Jiménez Bonillo y soy árbitro de fútbol (Delegación Costa del Sol, Málaga, España). En los partidos que dirijo no permito faltas de respeto por parte de los espectadores, pues la educación es consustancial al deporte. En este sentido, desde hace algunas jornadas, entro en los terrenos de juego con una camiseta en la que se lee "¿Insultarías a tu hijo?". Esta iniciativa pretende hacernos reflexionar sobre por qué tratamos a otros en los campos de fútbol como jamás los trataríamos fuera o como no nos gustaría que fuesen tratados nuestros hijos.
A partir de mi partido de este fin de semana (ya celebrado), dicho mensaje se ve acompañado por el de una pancarta: "NO MÁS SILENCIO ANTE LOS INSULTOS". Se trata de una llamada, no ya a la reflexión, sino a la acción, abandonando el silencio y optando por una denuncia clara y firme, primer e indispensable paso para que se produzca cualquier cambio.
Dicha condena nos incumbe a todos. Organismos como el Consejo Superior de Deportes, la Real Federación Española de Fútbol, la Liga de Fútbol Profesional y el Comité Técnico de Árbitros deben movilizar todos sus recursos para sensibilizar a la sociedad acerca de que el deporte no es tal si no es ejemplo de respeto y convivencia.
Si dichos organismos iniciasen una campaña firme, clubes y árbitros seguirían (al menos, creo que deberían) ese sendero de reivindicación de la concordia. Es inadmisible, por ejemplo, que se afirme que el comportamiento de los aficionados ha sido correcto en partidos en los que se han escuchado numerosos insultos a personas, clubes e incluso ciudades o comunidades. Los clubes, a mi juicio, deberían condenar tales hechos, y no sólo cuando se trata de insultos racistas. Y lo mismo debe exigirse a los medios de comunicación, los cuales tienen la bellísima posibilidad de denunciar la decadencia moral de las sociedades y ayudar así a construir un mundo mejor. Esto, sin duda, es más importante que hablar sobre goles o jugadores.
¿Y qué decir de los aficionados? ¿Por qué algunos se creen con el derecho de insultar sólo por haber pagado una entrada? Al que insulta hemos de hacerle ver que está atentando contra la dignidad de un ser humano, y nunca permanecer pasivos ante lo inaceptable.
¿Condenaríamos a los que insultasen al Presidente del Gobierno o al Rey mientras ofrecen un discurso? Sin duda. Entonces, ¿cómo pueden los medios de comunicación y la sociedad en general pasar por alto que cientos o miles de personas insulten a otra en un campo de fútbol? ¿Cómo podemos soportarlo semana tras semana, año tras año?
El fútbol supone un gran negocio para muchos, quienes desearán que se mantenga como está (faltas de respeto incluidas y no denunciadas). Sin embargo, los valores son, para una sociedad, más importantes que el dinero. Las generaciones futuras agradecerían infinitamente más la gran conquista del respeto en el fútbol que la última Eurocopa.