
Imagine qué habrá pedido Francisco Rivera a los magos de Oriente...
Lo desconozco, pero sé que le trajeron salir de rey mago en Triana y con su hija en la carroza, donde tiró 12.000 kilos de caramelos y 1.200 juguetes.
Y que no haya periodistas que le persigan a todas horas, ¿no le parece?
Eso se lo pidió a la Justicia en un escrito, que es la encargada de poner orden y cordura.
¿Sus reporteros acosan o persiguen a famosos?
En 32 años jamás he enviado a nadie a perseguir a un famoso. No creo que nadie estudie una carrera para dedicarse a eso. De ponérselos a alguien sería a los dueños de las cadenas de TV y de las agencias que los mandan, a ver qué tal les sentaría.
Dígame qué haría si un puñado de reporteros le esperaran a la puerta de su casa y le siguieran día y noche al mecánico, al podólogo, al dentista, con la novia y luego publicaran sus fotos...
Me ocurrió por razones que no vienen al caso, pero los cansé y no lograron la foto que querían. Un día los invité a comer y creo que los convencí. A los dos meses me contrató esa empresa para un proyecto.
Y si le pillan sonándose los mocos, ¿también pueden repetirlo cien veces en la tele hasta que parezca el enano de Blancanieves?
El periodismo es la inmediatez, lo contrario que el Derecho, que precisa lentitud y reposo para probar hechos y ser lo más justos posible. Si un juez tuviera tiempo, ese tipo de imágenes no se emitirían.
¿Está protegida la intimidad suficientemente?
La legislación protege la intimidad si estás en tu casa o en un recinto privado, pero el problema es que hoy se hacen cosas en lugares públicos que antes sólo se hacían en privado. La vida ha cambiado.
Supongo que en relación a esos derechos todos los famosos son iguales, ¿o no?
No, no lo son, aunque deberían de serlo. Que alguien venda una exclusiva una vez, eso no autoriza a que se le robe la segunda. Es verdad que las revistas no tratan por igual a todos. La prensa rosa comienza en España con «Lecturas», antes que «¡Hola!» incluso. Cuando la propiedad de esas revistas era familiar, había límites y respetaban a ciertos personajes por diversos intereses. Con la entrada de las multinacionales en el capital, eso se acabó y sólo ocurre ya en «¡Hola!».
Por tanto, ¿vender una exclusiva no implica renunciar a esos derechos?
Estoy en contra de la venta de exclusivas. No he pagado una sola en toda mi vida. Una vez le dije a una revista que, si pagábamos, acabaríamos sobrando todos los periodistas, pero es difícil pararlo. Hubo un tiempo en que la gente quería pagar por salir. Ahora es al contrario.
¿Los límites dependen del recinto en que se encuentren?
Sí, hoy los límites jurídicos son esos: en público vale todo y en privado, no. Pero se plantean problemas, por ejemplo, en la piscina de un hotel. Una sentencia matizó que si el periodista estaba alojado en ese mismo hotel, sí podía, pero no está claro.
El Tribunal de Estrasburgo ha anulado una sentencia de un tribunal alemán permitiendo unas fotos de Carolina de Mónaco por violar su intimidad...
Era un recinto privado. Confirma lo que le digo y es lo deseable. La Justicia tiene que acelerar los procesos y las limitaciones han de figurar en las leyes.
Y un juzgado español ha condenado la publicación de unas fotos de Ana Obregón con Miki Molina en un parking. ¿A usted qué le parece?
Porque fue en el parking de una urbanización. No es cuestión de bajo techado o a cielo abierto, sino de público o privado.
El caso es que prefieren publicarlo y luego pagar las indemnizaciones, porque a menudo es rentable...
Sí, es un problema añadido. Están subiendo algo las indemnizaciones por no respetar el derecho al honor y a la intimidad, que era algo poco valorado por los jueces. Hay que subir las penas y penar la reiteración, porque hasta ahora cobraban veinte y 15 años después los condenaban a pagar cinco. Resultaba rentable pagar.
¿Son ciertas esas cifras de 30 o 100 millones de pesetas que oímos por exclusivas tipo Jesulín de Ubrique o Norma Duval?
Son las menos. Puede haber diez casos que hayan llegado a esas cifras, pero en tales casos se negocia directamente entre la revista y el personaje y lo que se suele comprar es un paquete de varios reportajes. El top- less de Diana en un hotel, en España, costó 200 millones, que pagó «¡Hola!», y allí mismo quemaron el negativo, en un cenicero.
Vemos a la Duquesa de Alba negándose a todo y luego lo emiten para ridiculizar cada uno de sus pasos... ¿No le parece un exceso?
Lo es. La Duquesa de Alba y sus hijos son punto y aparte. Ella es una gran persona, a la que habría que dar un homenaje por su sevillanía y su acercamiento a quienes la respetan. Es un caso alarmante, porque jamás ha vendido nada, ni nunca llamó a nadie para salir en un medio. No precisa protagonismo y sólo lo hace por corresponder y por ser educada. Su caso es sangrante.
¿La cantidad más alta que recaudó por unas fotos?
No hago periodismo sólo por dinero. Quizá el mejor pago es que llevo 32 años haciendo lo que me gusta, jamás me han demandado y más de cien periodistas sevillanos que han pasado por la agencia siguen siendo amigos.

