Bilbao, abril de 2007.- ¡Déme una dieta para el niño, que hay que ver cómo está poniéndose! La frase se repite una y otra vez en el gabinete de Jaime Dalmau, miembro de la Unidad de Nutrición y Metabolismo del Departamento de Pediatría del Hospital Infantil La Fe, de Valencia y ponente en el V Congreso de la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada que se celebra en el Palacio Euskalduna de Bilbao. El experto ofrece siempre la misma respuesta. Más eficaz que la dieta es un cambio de estilo de vida, encaminado a potenciar el ejercicio físico y a darle apoyo psicológico al niño gordito.
El experto considera que ha de desterrarse el mal hábito de sustituir los juegos en el parque y al aire libre por la televisión, pese a que ello suponga una mayor inversión de tiempo en los niños. Al fin y al cabo, los hijos requieren una atención constante. El ejercicio físico es la mejor medida preventiva que se conoce para el control del peso. Hasta tal punto llega esta convicción que Jaime Dalmau se atreve a dar porcentajes. Contra la creencia popular de que la dieta es el remedio más eficaz, un cuarenta por ciento de la obesidad puede corregirse por esta vía y un sesenta por ciento con la adquisición de estos nuevos hábitos y con el apoyo psicológico a los más pequeños.
¿Apoyo psicológico? Así es. Está descrito en la literatura científica que algunos niños y jóvenes comen de manera compulsiva, como respuesta una situación de mofa o de desprecio que están viviendo en el colegio. Les insultan y marginan por gordos y se refugian comiendo más. Es preciso detectar esta inercia y corregirla haciéndoles ver que esa no es la solución y que ellos mismos son capaces de buscar una salida a lo que les está pasando, ayudándoles, claro está.
En realidad, Jaime Dalmau va más allá en sus apreciaciones. La nutrición debiera ser materia obligatoria en la enseñanza primaria. Hay que enseñar a los niños a comer sano y el mejor lugar para hacerlo son los colegios, donde ellos mimetizan lo que hacen sus compañeros. Hay que instruirles en no comer fuera de hora. Es necesario un régimen disciplinario de comidas; mantener las cinco diarias desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena- y desterrar el picoteo y las chucherías.
No se trata, no obstante, de una labor exclusiva de los centros escolares. Allí se les puede explicar por qué es mejor comer más pescado que carne, qué virtudes tienen las frutas y verduras, el por qué de la dieta mediterráneas o qué ventajas extraerán de comer bien, pero muchos niños no ven el modelo de comer frutas y verduras en casa y eso les desmotiva.
Tampoco se trata, como acostumbra a pensarse, de una obligación impuesta. El niño puede coger aversión. Un plato de verdura hervida todos los días no se lo come el niño, ni el padre, ni nadie Hay que recurrir a la imaginación; preparar, por ejemplo, tortillas de espinacas, huevos revueltos con espárragos, pasta con verduras. Es siempre mejor convencer que vencer.
La cuestión tiene gran importancia. Un reciente estudio en nuestro entorno, dirigido por Javier Aranceta, desvela que el 14 por ciento de la población de entre 2 y 24 años tiene problemas de obesidad. Por sexos, el porcentaje apenas oscila un par de puntos: el quince por ciento de la población infantil y juvenil masculina sufre una obesidad y un doce por ciento de las chicas se encuentran en la misma situación.