El periodista Salomón Hachuel fue el encargado de hacer la lectura en memoria de Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascen, asesinados por ETA en Sevilla hace ocho años. Tras la entrega del premio que este año recayó en el Cardenal de Sevilla, Carlos amigo Vallejo, el lunes 30 de enero tuvo lugar un sentido homenaje de amigos, familia e instituciones públicas. Estas son las palabras que Hachuel dedicó al matrimonio:
Me honra la Fundación Jiménez Becerril por proponerme que pronuncie unas palabras, que nunca lograrán expresar toda la amalgama de penosos sentimientos de aquella madrugada
¿Por qué y, para que ¿
Preguntas sin respuestas que, aunque hayan transcurrido 8 años, y así pasen 80, siempre nos haremos. Habrá quien piense que plantearnos esas interrogantes es un ejercicio estéril, porque el inmenso daño ya está hecho, pero nuestra inocencia nos hace seguir buscando respuestas, si es que las hay. Cierto es también que el profundo dolor que sentimos cada 30 de enero, no nos hace más vengativos, sino más pacíficos, más deseosos de la paz, de la concordia, de la esperanza.
Aquel fatídico día, no todos estábamos en casa. Algunos nos encontrábamos lejos, contando las bondades de nuestra tierra a quienes nos quisieran oír. Dicen que las llamadas a esa hora de la noche nunca son buenas. Que error. Aquella, además de mala, fue trágica. En aquella madrugada gélida en Madrid, que lo fue aún más por los acontecimientos, la radio contaba que Sevilla había perdido a dos de sus hijos queridos. Incredulidad, impotencia, indignación, rabia sensaciones plenas de amargura que se acrecentaban en la distancia. Y además, la prisa como peor consejera, prisa por estar con los nuestros, con nuestra gente, por estar aquí y no allí.
Fue sin duda el peor viaje de nuestras vidas. En Despeñaperros, a los sevillanos que retornábamos urgentemente, nos estaban desgarrando el corazón, dolor que aumentaba por no haber estado aquí esa noche, como si habernos sentido cerca de Alberto y Ascen les hubiera podido salvar la vida.
Llegamos amaneciendo, pero para nosotros, seguía siendo de noche. Nunca clareó ese día en Sevilla, porque las lágrimas, si lo recuerdan, caían hasta del cielo. A esta ciudad sí que le rompieron el corazón en dos aquella madrugada y aún lo tiene de esa manera cada 30 de enero.
8 años, y así que pasen 80. La memoria de Alberto y Ascensión continúa entre nosotros más viva que nunca. Una sola flor puede ser símbolo de amor. Ella llevaba tres para los tres pequeños grandes amores de su vida , porque ese día se celebraba el día de la paz en todos los centros escolares. Tres flores que se fueron directamente desde sus manos hasta el cielo.
Y todo, en el lugar en el que nos encontramos. La calle Don Remondo dejó de llamarse así desde aquello. Esta es, como decimos en Sevilla, la calle donde mataron a Alberto y a Ascen . No hace falta que el calendario indique este mes y este día. Cuando caminamos por estos metros, siempre decimos lo mismo: AQUÍ FUE.
Han pasado 8 años. Así que pasen 80, y la memoria de ellos permanecerá entre nosotros para siempre. Dice el cardenal Amigo Vallejo que tenemos derecho a seguir buscando la paz. Ellos dos hubieran suscrito esas mismas palabras. ¿cabe mayor búsqueda de la paz que la de este pueblo, que se ahogó de pena aquella noche, de una forma silente y llevando la mesura hasta sus últimas consecuencias? Cierto es que la paz no se regala, y que la logra, a veces, quien la trabaja. En Sevilla, por esa paz, además, hay quien ha dado hasta su vida. El recuerdo de Alberto, de Ascen, y de Antonio Muñoz Cariñanos, estará siempre vivo porque ellos eran parte de nosotros, éramos nosotros, la noche de la peor pesadilla.
Siempre encontrábamos en esos dos seres humanos lo que buscábamos: sinceridad, amistad, y cariño. No hay nada que pueda devolver todo lo que ellos nos han dado, y enseñado. Por eso mismo, porque queremos ser como ellos y no como los que sólo entienden de violencia, y porque queremos seguir creyendo en la inocencia de los corazones, nos seguimos preguntando lo que creen saber aquellos que sólo conocen el lenguaje de la violencia. : ¿Por qué?, y ¿Para qué?
Queridos Alberto, Ascen, seguid en paz