«Esta biografía pone las cosas en su sitio, es decir, las ilumina; muestra por metonimia la suerte del escritor en España («Escribir en España es llorar»), esclarece la grandeza de una obra y disipa las brumas y medias verdades que se habían venido tejiendo sobre la persona del más grande de los narradores andaluces del siglo XX». De esta manera tan rotunda concluye el escritor y crítico literario de ABCD las artes y las letras Miguel García- Posada el prólogo que firma en «Alfonso Grosso o el milagro de la palabra», una biografía de la que es autor Julio M anuel de la Rosa y que ha sido editada por la Fundación José Manuel Lara.
Para De la Rosa esta obra tiene un especial significado pues, ante todo, representa «el pago de una deuda. Me pasé la juventud peleándome con Alfonso y cuando murió el Martes Santo de 1995 yo tenía la ilusión de que nuestra conversación no había ni siquiera comenzado. Eran tantas las cosas que dejamos de hablar - añadió- que pensé que la escritura de esta biografía era la mejor manera de corresponder a lo mucho que aprendí de él, de su vivir, a veces desdichado, y de su fabulosa capacidad para la palabra».
Memorias compartidas
El autor de «Los círculos de noviembre» fue intercalando anécdotas y recuerdos cariñosos de la amistad que compartió con Grosso a lo largo de la presentación de este libro, en el que, de alguna manera y como comentó Ignacio Garmendia de la Fundación Lara, «podemos leer unas memorias de Julio de la Rosa compartidas con Grosso». Quizás sea por eso por lo que no se trata de una biografía tradicional o al modo anglosajón, sino que supone «un intento de «cazar» las sombras de un hombre profundamente huidizo, que empezó a tener problemas desde pequeño por una razón familiar que va a quebrantar su vida y a marcar definitivamente su obra», precisó De la Rosa.
Sostiene este escritor que la verdadera biografía autorizada de su amigo ya estaba escrita en su novela «Florido mayo», que junto a «Inés just coming» y «Guarnición de silla» conforman «el trío de joyas de la obra narrativa de Alfonso Grosso». En la primera de ellas se encuentra, a su juicio, «el Grosso más sincero, más generoso, más fiel a sí mismo, con mayor capacidad lingüística y fidelidad al lenguaje».
Después de trazar los paralelismos que en dicha novela se aprecian entre los personajes y la vida de su autor, Julio de la Rosa reconoció que la biografía que rubrica está basada «en una lectura múltiple y cuidada de «Florido mayo», que es la biografía autorizada, vigente siempre, de Grosso». De ahí que afirmara que su trabajo aporta «la paciencia, la laboriosidad de un lector que quiere mostrar a otros los quiebros, los meandros y secretos de una vida literaria muy extensa». Una vida en la que la escritura era como «un exorcismo para combatir muchas cosas y una forma - indicó- de vengarse de las ofensas de la vida».
En este punto, pasó a detallar las tres etapas que se distinguen en su producción: desde su primer cuento publicado en 1959, pasando por su fase de realismo social con títulos como «La zanja», «El capirote» o «Con flores a María» - libro que se presentó en su día «rodeado de guardias de seguridad y con una gran tensión»- , hasta que la narrativa hispanoamericana irrumpe poniendo de manifiesto que hay otra forma de hacer novela. Grosso publicará entonces «Inés just coming», que forma parte de esa trilogía anteriormente citada con «Guarnición de silla» y «Florido mayo». A partir de aquí comienza, en opinión de Julio de la Rosa, «el tiempo del declive» en Alfonso Grosso. «Su salud empieza a resquebrajarse, su adicción al alcohol comienza a tener cotas peligrosas y publica una serie de novelas con unos parámetros muy diferentes y que podemos llamar novela comercial, entre las cuales, sin embargo, aún hay destellos como en «Giralda»».
De la Rosa también ofreció sabrosas pinceladas sobre la personalidad de su amigo ya desaparecido, del que era muy difícil distinguir en sus comentarios la realidad de la ficción. Y más que como un escritor maldito consideró que «se ganó la fama de hombre pintoresco e incómodo, al que le gustaba montar unos números extraordinarios». Esta afirmación le dio pie para admitir que Alfonso Grosso, «además de escribir muy bien» y de su voluntad de estilo, no tenía, sin embargo, capacidad crítica para hablar de la creación. «Él decía que eso debía correr a cargo de sesudos profesores y de críticos aburridos». Un planteamiento que, según relató Julio de la Rosa, le llevó a protagonizar algún «número» que otro en distintas conferencias a las que se le invitó, tanto en España como al otro lado del Atlántico, y en algunas de las cuales recurrió a la fábula del lagarto que nada sabía de Historia Natural para pasar el testigo de su intervención a algún amigo presente en el acto, como le sucedió al propio De la Rosa.
La biografía que ayer tarde fue presentada en la Fundación Lara por Miguel García- Posada y el escritor Carlos Pujol, incluye además un complemento gráfico con fotografías inéditas del novelista, una de las figuras más destacadas de la denominada generación de los «narraluces». En su trabajo, el autor de «Fin de semana en Etruria» repasa los hitos más relevantes de la vida y obra de Grosso, sin eludir las facetas menos amables del perfil del biografiado, aunque tratándolas «desde el respeto y la elegancia».
Reedición de «Guarnición de silla»
Dentro de la Colección Narrativa (Andalucía Abierta), la Fundación José Manuel Lara ha reeditado «Guarnición de silla», rindiendo así homenaje al escritor Alfonso Grosso (Sevilla, 1928- 1995).
La obra fue publicada por primera vez en 1970 y su trama está construida a partir de un trágico accidente de circulación en el que mueren cuatro personas. Miguel García- Posada rubrica una introducción a la reedición de esta novela, en la que «el lenguaje es el artífice de la obra y la obra un monumento al estilo», expone la Fundación Lara.
En «Guarnición de silla» el estilo «ilumina los acordes de una crónica familiar gatopardiana, en la que destacan la alta burguesía andaluza, la aristocracia rural de un pueblo gaditano, la herencia, el amor y el dinero, sin olvidar la presencia de la fatalidad y la muerte, siempre presentes en la obra de Alfonso Grosso».