El martes coge un vuelo rumbo a América. No es una huida y sí una promoción por todo lo alto del disco que acaba de lanzar en homenaje a su madre con motivo del X aniversario de la muerte de Lola Flores. Lo que es la vida. Quién le iba a decir a Lolita que mientras ella grababa la fantástica versión que ha hecho del tema favorito de la gran Lola, «Pena, penita, pena», el ex bailarín Antonio Carrasco, apodado «El Junco» aunque más reconocido entre sus amigos como «El Cordobés», negociaba la venta de una exclusiva donde iba a contar lo que en vida de Lola Flores jamás se hubiera atrevido: su relación sentimental con La Faraona. Duró casi treinta años y en todo ese tiempo - se conocieron cuando Carrasco tenía 17 años y Lola 43, tal y como él mismo ha confesado- jamás traicionó a la artista. Ni él ni todos cuantos sabían de esa relación, que eran los íntimos de una Lola que vivió la vida como quiso vivirla, sin que eso incluyera una separación matrimonial y una nueva vida junto a este hombre.
Lolita se va a América sin decir nada de lo visto en Telecinco. Hoy no quiere hablar. Cuando vuelva, cuando haya pasado la borrasca que ahora sacude el recuerdo de la memoria de su madre, es cuando digerirá este capítulo y pensará cómo contesta. Si lo hace en los tribunales o en una entrevista, si busca Justicia al honor de sus padres o simplemente deja que el tiempo diluya este recuerdo y las cosas vuelvan donde estaban.
Llegados a este punto, que es cuando un hombre pone precio a su historia personal con Lola Flores, insisto en que puestos a contar, largar o «cantar», el único que puede hacerlo es justamente aquel que lo ha vivido. Carrasco se defiende asegurando que hace esta exclusiva porque «me muero de pena y de hambre» (ahora se va a hartar de comer) y se refugia en la casa de unos amigos por el sur de España. Se supone que para salvar el contrato que habrá firmado. Carrasco es libre de hacer con su vida lo que le venga en gana, igual que lo fue Lola con la suya. Por eso, lo de menos fue ya que mantuvieran una pasión con encuentros furtivos de quince a veinte minutos, tal y como él ha reflejado, que demuestran perfectamente el tipo de relación que había y que permaneció a lo largo de los años engordada seguramente por esa clandestinidad que tanto juego da a los amantes, y por eso lo de más será ver cómo ahora se apuntan al carro de esta pasión aquellos que también querrán sacar tajada de esta relación nunca confesada por la inolvidable Lola. En vida nunca mercadeó con el honor de su familia, ni siquiera cuando estaba endeudada con la Hacienda Pública. Lola prefirió desnudar su cuerpo en una revista antes que vender su alma por un puñado de millones. Ella era así.