Carmen Ordóñez era una gran devota de la Virgen de Rocío y a ella se encomendaba en los malos y en los buenos momentos. Tras su trágica muerte el pasado verano, sus hijos, Francisco, Cayetano y Julián Contreras Jr., cumplieron con uno de los deseos de su madre y esparcieron sus cenizas junto a la aldea de El Rocío, por la que ahora ha pisado y levantado el polvo del camino su hermandad. Carmina se ha convertido en la gran ausente. Sin embargo, la hija de Ordóñez ya no pudo acudir el año pasado a su cita con la Blanca Paloma, pues sus médicos no se lo recomendaron, pero su nombre siempre estuvo ligado al de la romería, en la que presentó a cada uno de sus amores
