En el patio del Círculo Mercantil, de la calle Sierpes 65, ofrece una estampa insólita. Un taller para aprender la técnica del rizado de palmas. Sí, las que se colocan en los balcones a partir del viernes de Dolores, las que llenaron las calles de Jerusalén para celebrar la entrada triunfal de Jesús de Nazaret.
Andrés Martín Angulo y su esposa, Rosa González, son los artífices que por cinco años consecutivos, imparten la técnica del rizado de las palmas. Los maestros de esta singular escuela también tuvieron su aprendizaje en la Hermandad de San Esteban. Una vez que cogieron la técnica, fueron a Elche y estuvieron tres años seguidos en la población alicantina buscando las fuentes y los orígenes.
Una vez con los deberes hechos volvieron a Sevilla y empezaron hacer su trabajo en la casa hermandad de la Primitiva y Real Hermandad de la Divina Pastora y Santa Marina de la Calle Amparo y coordinaron este taller con el que se pretende dar a conocer el arte del rizado de la palma blanca, originaria del levante español.
El taller de las palmas rizadas da las sensaciones de una manufactura de costura o una academia de mecanografía unidas en un afán portentoso.
Nada de elementos mecánicos. Unas tijeras, alfileres de tender la ropa las clásicas pinzas y de costura. Ahí se terminan los materiales para trabajar con una palma que llega a medir tres metros y 60 centímetros. El aprendizaje se divide en las técnicas de la pleita y la trenza.
En pleno corazón de la carrera oficial, palmeras reconstruidas, en el argot de la antropología, se convierten en palmas para festejar el altar del Domingo de Ramos, que hasta en su nomenclatura lleva estas faenas de Penélope sevillana.
Foto Antonio Rendón Domínguez